No seré yo el que les diga que los políticos son el gremio que más respeta el octavo mandamiento: estaría saltándome, precisamente, la prohibición bíblica de mentir. De hecho, estoy dispuesto a afirmar, y creo que no me equivocaré mucho, que actualmente sólo hay otro oficio en el que se mienta más: el periodismo, por supuesto.
Sin embargo, admitida la mentira como práctica habitual en el mundo de la política, también hay que reconocer que si alguien ha llevado el bulo y la falsedad a unos extremos que casi se pueden considerar artísticos es Pedro Sánchez. Reconozcámoslo: es un crack, un talento natural, un virtuoso, un genio.
Sólo desde ese virtuosismo podrías intentar que la opinión pública se acabe creyendo las dos trolas descomunales que ha tratado de colocarnos el presidente en su inesperada e innecesaria comparecencia de este martes: que comprar vacunas es malo e insolidario y que la campaña de vacunación en la Unión Europea es un éxito sin parangón.
Empecemos por la segunda: llamar "éxito" al fracaso de la Unión Europea con las vacunas es grotesco, absolutamente alucinante, pues Europa está en este momento muy por detrás de todos los países comparables en poder económico e incluso de algunos no comparables: Estados Unidos, Israel, varios emiratos del Golfo Pérsico, por supuesto el Reino Unido, Chile, Canadá… todos han puesto muchas más dosis que la UE, una de las dos o tres zonas más ricas del planeta y a la hora de usar de verdad el poder de compra que le dan sus 450 millones de habitantes… se ha dedicado a racanear y ha logrado un ritmo de vacunación que, se ponga como se ponga Sánchez, es el propio de un país pequeño en vías de desarrollo.
Sí, Pedro Sánchez nos ha prometido que a partir de ahora llegarán vacunas en tales cantidades que no sabremos qué hacer con ellas, pero ya es tarde, señor presidente, ya llevamos tres meses de retraso, se han perdido vidas y empleos, seguimos teniendo la economía a medio gas y no podremos reactivar el turismo este verano.
Es en este contexto, y no en el de un éxito esplendoroso, en el que se enmarca el intento de la Comunidad de Madrid de comprar más vacunas, que Pedro Sánchez ha calificado de insolidario y desleal. Lo que nos faltaba por ver de estos defensores de la sanidad pública: cuando pensábamos que no se podía superar lo de criticar que se construya un hospital en unos pocos meses, ahora resulta que comprar vacunas es facha.
Las acusaciones son, además, de un nivel de ridiculez que vale la pena analizar: por un lado se critica que se "rompa la estrategia" de la UE, cuando la única estrategia que puede haber es tener cuantas más vacunas mejor; por el otro, no sé qué podría haber más solidario que comprar vacunas si una comunidad autónoma puede hacerlo y dejar así más del fondo común a las que no pueden. Eso, sin entrar a valorar el hecho evidente de que a todos nos interesa que el mayor número posible de españoles esté vacunado cuanto antes, ¿o acaso a Valencia, las dos Castillas o Asturias les vendría mal que unos cuantos millones de madrileños pudiesen viajar cuanto antes a sus territorios?
Pero, claro, por mucho que yo me empeñe en dar argumentos racionales, la cosa no va de eso, de lo que se trata es de decir lo que sea, como sea y al coste que sea para desgastar a Díaz Ayuso. Y reconozcamos que para tal tarea nadie mejor que el mayor mentiroso de la historia y su fábrica imparable de bulos; para eso nadie mejor que los políticos (¡y los asesores!) más ruines y desvergonzados del último medio siglo.