Las dos alcaldesas más estupendas de Occidente se han reunido este martes para lanzar la última ofensiva que, sin duda, les dará una victoria abrumadora en la Guerra Civil. Sí, ya sé que se acaban de cumplir 79 años del final del conflicto, pero para eso hemos inventado la memoria histórica: para dejar el pasado como si el mismísimo Ingsoc controlase bibliotecas y hemerotecas.
La madrileña Carmena resultó elegida –filtración sorayesca mediante– agitando el fantasma de los niños desnutridos; la barcelonesa Colau fue premiada por liderar una asociación de afectados por la hipoteca sin haber tenido jamás una hipoteca, algo que algunos verán como la evidencia de un rostro de dureza similar a la del diamante, pero que también podría entenderse como una muestra notable de solidaridad desinteresada... si la propia Colau no lo hubiese aprovechado primero para montarse un negociete la mar de majo y luego para construirse una carrera política notablemente exitosa.
El caso es que ambas llegaron a los dos mayores ayuntamientos de España a lomos de una "emergencia social" contra la que después no las hemos visto luchar a brazo partido, quizá porque era mentira o algo incluso peor que una mentira: la deformación grotesca de la realidad para sacar un evidente rédito político.
Todo era atroz antes de las elecciones, hambre, miseria e hipotecas impagadas, pero una vez en el ayuntamiento ni la una ha alimentado a los niños famélicos ni la otra ha eliminado los desahucios. Lo que sí han hecho tanto Carmena como Colau ha sido montar sus redes de subvenciones y amiguetes alrededor de cuestiones como la igualdad de género, la pseudocultura o, por supuesto, la memoria histórica.
Porque lo que nos preocupa a los madrileños no es la suciedad en las calles, ni los árboles que se caen, ni tener nuestro parque más conocido clausurado durante todas las vacaciones de Semana Santa, ni que media docena de túneles esenciales estén cerrados durante semanas sin saber muy bien por qué, ni ese tráfico que cada día es más caótico.
Claro que no: a los madrileños lo que nos quita el sueño es la Guerra Civil. A mí, sin ir más lejos, la gente me para por la calle y me pregunta si pasarán o no pasarán porque, además, desde hace 79 años aquí nadie ha estudiado la guerra ni la parte de ésta que se desarrolló en las afueras de Madrid, ni se han escrito libros ni se han rodado películas sobre el tema: como en casi todo, ha tenido que llegar Podemos para que el mundo empezase a girar, y de no ser por Carmena, Colau y el leninista Valiente –que organiza la exposición– estaríamos aquí pensando que Franco sigue en el Pardo, tan ricamente.
Pero no hay que preocuparse, estén tranquilos: expo a expo, tuit a tuit y llanto a llanto, el fascismo está en retirada y la victoria se aproxima. ¡No pasarán!