
Nasrín Sotudé, prestigiosa abogada defensora de los derechos humanos y Premio Sájarov del Parlamento Europeo en 2012, fue condenada en marzo de este año a 38 años de cárcel y 148 latigazos; este mismo mes de agosto a Saba Kord Afshari le han caído 24 años de prisión, a Mojgan Keshavarz 23 y a Monireh Arabshahi y Yasaman Aryani –madre e hija–, 16 a cada una.
¿Qué tienen en común estas mujeres, además de que van a pasar mucho tiempo en la cárcel? Básicamente, dos cosas: las cinco son iraníes y todas reciben ese castigo por protestar de una u otra forma –alguna tan inocente como regalar flores en el metro– contra la obligatoriedad de llevar el velo.
Porque mientras aquí especulamos sobre los micromachismos y la relación entre el feminismo y el antiespecismo, en muchos países la mujer está verdaderamente sojuzgada, no por un espectral heteropatriarcado, sino por una interpretación rigorista de una religión travestida de ideología que convierte a la mitad de la Humanidad en ciudadanas de tercera clase.
Pero eso no merece mayor crítica entre nuestras feministas –¡ni entre nuestros feministos!– de guardia, muy atentas a escandalizarse si alguien abre la puerta a una mujer como gesto de educación y respeto, pero ciegas y mudas ante la suerte que corren en otros países sus hermanas, a las que se ve que no creen.
Este martes, una delegación oficial de esa repugnante República Islámica de Irán ha visitado el Congreso de los Diputados; hasta aquí, todo normal, así son las relaciones internacionales; pero además se habían atrevido a exigir a las diputadas representantes de nuestra soberanía un protocolo de actuación que las relegaba al papel que las mujeres tienen en su país: secundario, vergonzante y vergonzoso, como parias a las que no se puede tocar y mirar, sólo de lejos. Totalmente inaceptable. Y los únicos que se han negado a participar en algo tan lamentable han sido los diputados y diputadas de Vox. Sólo me cabe decir una cosa: ¡bien hecho!
Porque a las mujeres no se las defiende dándoles puestos por cuotas, como si fueran seres incapaces, ni mintiendo sobre una brecha salarial que no existe, ni condenando a todos los hombres al papel de agresores en potencia, o llamando "violencia de género" a lo que es otra cosa, completamente repugnante por supuesto, pero que no necesita nombres falsos para serlo.
En cambio, creo que a la mujer sí se la defiende aislando en la medida de lo posible a un régimen totalitario, teocrático y que se cree que todavía puede tratar a las mujeres como si estuviésemos en el siglo XV; un régimen que, además, cuelga a los homosexuales de grúas, detalle que casi ninguno de tantos colectivos LGTBI parece considerar importante; un régimen que, para que no falte nada, promueve y paga el terrorismo más sanguinario en todos los continentes.
Y frente a ese régimen, el único partido que ha tenido el punto de dignidad de decir "así no" ha sido Vox, mientras los que se llenan la boca llamándoles machistas y homófobos no han sido capaces ni de un gesto. Lo dicho: bien por Vox.