El alcalde de Valladolid, Óscar Puente, perdió las elecciones del pasado mes de mayo y lo hizo nada más y nada menos que ante uno de los pesos pesados de la caspa popular, Francisco Javier León de la Riva.
Pese al desplome generalizado del PP, a que De la Riva llevaba ya dos décadas en el poder y a que tenía serios problemas legales y una imagen pública mejorable hasta entre sus votantes, el socialista Óscar Puente se quedó a más de 20.000 votos, un 12,6% por debajo, un costalada de primera, vaya. En virtud de la aritmética municipal y aliándose con todas las versiones de la extrema izquierda a su alcance –legítimo, pero significativo–, logró el puesto para el que sólo le había votado una cuarta parte de sus conciudadanos.
Desde entonces, poco hemos sabido de los logros en la gestión municipal de Puente, más allá de que él mismo nos dijo que por su mero advenimiento al poder la ciudad ha dejado de ser conocida como Fachadolid, es decir, que hasta entonces sí lo era.
Ahora vuelve a ser noticia, pero no por haber cumplido una promesa electoral, o por haber culminado algún gran proyecto, tampoco por haber logrado una inversión millonaria que genere centenares de puestos de trabajo; no, más bien por lo contrario: por amenazar a una empresa.
Concretamente a la propietaria de Lauki, que ha anunciado que cierra una fábrica en la ciudad en la que trabajan 85 personas. La compañía ha negado intereses inmobiliarios –que por cierto serían legítimos– y ha anunciado su disposición a llegar a un acuerdo con los sindicatos para "buscar soluciones de empleo vía recolocaciones", pero eso le ha dado igual a Óscar Puente, que en unas declaraciones inauditas ha amenazado directamente a la empresa con una campaña para hacerle todo el daño posible.
Quiero suponer que tamaña barbaridad ha sido fruto de un calentón, aunque incluso un perdedor de las elecciones en Valladolid debería saber que un responsable público no puede amenazar ni a una persona, ni a una institución ni a una empresa, cuyas decisiones le gustarán más o menos pero son legales.
Óscar Puente amenaza a la propietaria de Lauki con un boicot, pero a quien de verdad está boicoteando es a su ciudad y a sus vecinos, porque es muy difícil que sus bravuconadas cambien una decisión empresarial ya tomada, pero seguro que si alguien está pensando en poner una empresa en Valladolid –y con ella empleos y riqueza– se habrá sentido muy incómodo al oírlo y estará pensando que si en un futuro a él le va mal, igual tiene también a todo un ayuntamiento montándole campañas en contra.
Pero no, esperemos que sólo sea un calentón, porque que una ciudad como Valladolid tuviese por alcalde a un camorrista sería… la leche.