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Carmelo Jordá

A esta Barcelona ya no quieren viajar

Están haciendo de la Ciudad Condal un auténtico engendro.

Están haciendo de la Ciudad Condal un auténtico engendro.
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La CNN, que será todo lo progre que quieran pero sigue siendo uno de los medios de comunicación más influyentes del mundo, ha desaconsejado viajar a Barcelona y, para hacer más humillante la cosa, recomienda en su lugar ir a Valencia.

La cadena americana da dos razones que pueden parecer contradictorias: el rechazo al turismo y la masificación. Respecto a la primera, es obvio que llamar "terroristas" a los turistas no es una gran estrategia de marketing, y pretender que estos desatinos no van a impactar en tu imagen es la típica negación de la realidad nacionalista, sobre todo cuando hace años que viene reflejándolos la prensa de medio mundo.

Por el otro lado, es cierto que Barcelona tiene muchos turistas, pero no es ni tan siquiera una de las veinte ciudades más visitadas del mundo y, aunque sí es posible que sus zonas turísticas sean de menor extensión que las de Hong Kong, París o Nueva York, esa sensación de masificación se debe en un porcentaje muy elevado a determinadas decisiones políticas y también a un interés muy peculiar de algunos medios por transmitirla.

Sí, por supuesto que hay colas para entrar a la Sagrada Familia, pero ¿cómo no va a haber colas para ver la Sagrada Familia? Las hay, por supuesto, como las hay para subir a la Torre Eiffel o para entrar en el Museo del Prado, y todos las vemos como algo normal. Algo normal y bueno, cabría añadir: esas colas significan que el turismo y disfrutar de la belleza del mundo ya no son patrimonio exclusivo de los ricos.

Tampoco creo que el último fervorín político sea el culpable de que Barcelona esté dejando de ser esa ciudad mediterránea, divertida, atractiva y hermosa a la que toda Europa quería ir. Está claro que el desbarajuste político que se ha desatado desde septiembre no ayuda, como no creo que ayude el show internacional de un presidente huido viajando por Europa y por otra realidad.

Pero lo esencial de este asunto viene de mucho más atrás: del momento en el que los dirigentes políticos, mediáticos y culturales de Barcelona decidieron que ésta tenía que dejar de ser la ciudad que era para convertirse en la capital de un país ficticio.

Llevamos ya unas décadas en las que Barcelona no es algo creado libremente con la aportación de todos sus ciudadanos y se está convirtiendo en un engendro que es muy catalán, sí, que no puede ser más políticamente correcto, sí, pero que ya no es tan atractivo.

El problema, en suma, es que a la Barcelona que han creado los nacionalistas ya no quieren viajar todos… y aún querrán viajar menos.

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