Cataluña es un buen ejemplo de los claroscuros que existen en las democracias supuestamente libres. Es un lugar en el que la disidencia, convenientemente señalada, paga con la exclusión, la marginación o el exilio voluntario la expresión del sentimiento de sentirse español en Cataluña.
Hasta ahora era solo un grupo de jóvenes que salía a celebrar un triunfo deportivo cuando ganaba la selección española. Otras veces era un número indeterminado de ciudadanos que expresaban el sentimiento de sentirse tan catalán como español, reflejado en un frío dato estadístico, en una encuesta de opinión. En otros casos era ese misterioso e indescifrable y casi mágico, por indeterminado, voto oculto, que podía decantar una elección.
Pero sus rostros eran sólo un puñado de esfinges anónimas, tachadas de extremistas y siempre silenciadas por el apabullante discurso único que, debidamente amplificado, lo ensordece todo, que no admite réplica y con el que se ejerce una sutil coacción.
Hoy, doce de octubre, fiesta de la Hispanidad, muchos de ellos han dado la cara, han respondido de forma rotunda, cívica y festiva al último desafío independentista. Han sonado las voces de la libertad, han blandido banderas catalanas y españolas con valentía, han dicho alto y claro que no están dispuestas a elegir entre Cataluña y España.
Ha sido la expresión del inconformismo, capitaneado por unos pocos jóvenes decididos que han encontrado un buen aliado en una simple red social. Sin dinero y con pasión, en tan solo veinte días han sido capaces de sumar esfuerzos, superar obstáculos, aunar voluntades, poner voz al sentimiento español de miles de catalanes que hoy han decidido quitarse la mordaza, sacudirse el miedo y gritar "Yo soy catalán y español" y "Cataluña es España".
Ha sido un acto lúdico festivo y valiente, en el que no cabían separatistas ni separadores: unos, obsesionados con levantar fronteras sentimentales y territoriales para dividirnos, empequeñecernos y hacernos más débiles; los otros, ignorando que no pueden abandonar esta tierra a su suerte porque sería arrancarse una parte de sí mismos, renunciar a siglos de historia compartida y perder la oportunidad de presentarnos unidos a exigir nuestro lugar en el mundo. Y eso es tarea de todos.
El Doce de Octubre es una de las efemérides históricas más importantes. En aquella ocasión lo hicimos juntos, sin distinción. A partir de hoy será, también, una fecha que señalará en el calendario el día en el que muchos catalanes que nos sentimos españoles nos decidimos a salir a la calle para proclamar nuestro deseo de vivir en libertad, y no sometidos a la intolerancia independentista.
Carina Mejías, abogada, exparlamentaria del Partido Popular en la Cámara autonómica catalana.