Pocos líderes europeos han sido tan claros hasta la fecha respecto al ingreso de Turquía en la UE como Angela Merkel. La candidata a la cancillería en las elecciones del mes próximo por el CDU ha enviado una carta a sus homólogos continentales para pedirles que no acepten a Turquía como miembro. Dice Merkel que Turquía sería una carga excesiva en los presupuestos comunitarios y que comprometería gravemente la integración de los países que acaban de ingresar. No le falta razón. Turquía es un gigante demográfico pero un enano económico, por lo que su ingreso en la UE se traduciría en inmensas transferencias desde occidente para mantener su economía a flote. Por otro lado, la Unión Europea acaba de ampliarse y casi todos sus miembros atraviesan una larvada crisis económica. No parece, desde luego, el momento ideal para que desde Bruselas se de comienzo a aventuras de incierto final.

Merkel no se corta, habrá que ver si el resto de los conservadores y liberales europeos siguen su estela. Todo dependerá de las elecciones de septiembre y del destino político de esta alemana del este que no está dispuesta a comulgar con ruedas de molino.