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Lamentarse comporta escapismo y pusilanimidad. Talludo platonismo infantil. La realidad es como es. De manera que no se trata de esperar cordura, reclamar bondad o experimentar decepción.

Mogollón de españoles asocia al Real Madrid con Franco y le muestra su tirria por eso. Escenifica así su camaleonismo réprobo, tal cuando los Chaves, Griñán y demás vástagos de milicos franquistas se atribuyen medallas como hijos de familias perseguidas. Pero el franquismo no hizo sino aprovecharse de los éxitos de Gento y sus compañeros en la Copa de Europa, buscando añadir prestigio al país y su poco atractivo régimen. De modo que odiar al Real Madrid, en especial (y retrospectivamente) al de unos años sesenta en los que la dictadura se abría al bikini, la libertad de cátedra y cierta modernidad económica, implica un rencor patológico hacia la mejora de España. Sería como si los chilenos, teniendo mucho más frescas la sórdida represión militar y las posteriores noticias de corrupción familiar en el entorno del masón Pinochet, renegasen del bienestar objetivo del que gozan ahora, en razón de que éste es en loable medida consecuencia de las políticas de liberalismo económico y de regeneración democrática que siguieron al golpe de estado. Un golpe militar tan feroz como humillante para bastantes chilenos decentes. Pero que puso fin a la pesadilla liberticida del también masón Allende. A quien un antifascista poco escrupuloso como Víctor Farías retrata documentadamente como un homófobo, un racista y un antisemita de higienismo hitleriano, autor de una tesis doctoral que habría complacido al también médico Mengele.

Suponen los madridistas que en la reciente eliminación de su equipo por parte del Barcelona ha mediado juego sucio, aunque travestido de victimismo y acicalamiento posmodernos. Así parece. Mas el abuso de poder, el timo institucional y el ultraje a la justicia no constituyen lacras precisamente novedosas. Quien manda, manda. Satisface sus apetitos. Tuerce lo que haya que torcer. Monta hípicas. Clava el puñal por la espalda a los adversarios. Fabrica el imaginario oficial. Enriquece a parientes y correligionarios. Proclama brotes verdes. Se jacta de filantropía a la última moda. Exprime las cloacas. Invoca el estado de derecho. Vende pazzz. Es estilosa pluma del BOE. Recauchutado Rousseau para catetos y catetas. Y se sirve de la mejor casuística hipócrita, que le cocinan, sazonan y obsequiosamente premastican sus jueces. De los churros más chillones de sus pensadores y artistas, que se pirran por hacer méritos en plan Gorki. A quien Koba el Temible le imprimía su customizado ejemplar del diario independiente de la mañana. Como detalle y favor antiemético.

Lamentarse comporta escapismo y pusilanimidad. Talludo platonismo infantil. La realidad es como es. De manera que no se trata de esperar cordura, reclamar bondad o experimentar decepción. Antes bien corresponde manifestar gratitud por haber entrevisto la belleza del mundo, por la oportunidad, que tantos congéneres desprecian, de haber propugnado con modestia, con ecuanimidad y con hechos limpia libertad para todos. Sin violencias, ni expolios, ni fraudes. Algo que sólo podría basarse en una meritocracia sin manipulación. En una convivencia sin vileza.

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