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Asís Tímermans

El Doctor Inverosímil

La querella presentada por la familia de Enrique Morente debería mover a reflexión. No por el caso en sí, cuyo juicio corresponde a los Tribunales, sino por las afirmaciones y silencios sobre uno de los españoles más admirados en el mundo científico.

En 1999 se concedió el Premio Príncipe de Asturias a Enrique Moreno. Me supe privilegiado por conocer ya una excelencia que se revelaría a millones de personas. No era solo uno de los más avanzados cirujanos, pionero en técnicas quirúrgicas, impulsor de transplantes y maestro de los mejores profesionales del mundo. Era, sobre todo, un gran médico.

En un grupo con tanta fama de corporativismo, me sorprendía que algunos médicos recelasen del éxito y la dedicación de un colega. Durante años, varios me confesaron su desconcierto ante las técnicas novedosas y la capacidad del doctor Moreno de dedicar veinticuatro horas al día a su profesión. Hace no mucho, un especialista cuestionaba que una levísima marca pudiera ser el único rastro de una operación de vesícula de un familiar. Microcirugía. Muchos tampoco conciben que encadene largas operaciones junto a un equipo puntero. Sus pacientes sí lo entienden. Saben que una consulta con el doctor Moreno puede retrasarse horas si debe atender un transplante o una intervención urgente.

La querella presentada por la familia de Enrique Morente, fallecido tras ser intervenido por el cirujano, debería mover a reflexión. No por el caso en sí, cuyo juicio corresponde a los Tribunales, sino por las afirmaciones y silencios sobre uno de los españoles más admirados en el mundo científico.

Cuando alguien es excepcional, sus datos también lo son. Se da por ello la paradoja de que se le ataque precisamente por sus virtudes. Ocurre con Enrique Moreno. Recuerdo cuando una breve lectura de los informes le bastó para dar esperanza a un paciente que había sido desahuciado por insignes médicos. Un rápido diagnóstico es fruto de la experiencia y la inteligencia. No es en sí criticable cuando la intervención no ha tenido éxito. No siempre se puede vencer a la enfermedad, aunque haya quienes empeñen su vida en hacerlo.

No siempre agrada que un médico afronte casos en los que otros fracasan o no se atreven. Es, por ello, difícil valorar que un informe pericial, en el citado caso, afirme que la cirugía no era la mejor opción para tratar el cáncer de esófago con metástasis linfática que sufría el cantaor. En incontables ocasiones ha tratado lo que otros consideraban intratable, enmendando con su destreza y experiencia errores ajenos. Son legítimas las acciones penales de quien se crea víctima de un delito, pero sorprende que tales opiniones puedan tener relevancia penal.

Recuerdo un delicioso librito de Don Ramón Gómez de la Serna, El Doctor Inverosímil, que describía un pionero doctor de enorme humanidad. Es el caso del doctor Moreno, que siempre explica al paciente su situación y a sus familiares lo ocurrido tras la intervención.

En un país en el que personajes de la más baja calaña televisiva son ídolos, un médico unánimemente admirado en el mundo, entregado en cuerpo y alma a lograr la curación y la calidad de vida de sus pacientes, afronta en solitario informaciones sesgadas de periodistas que, en el mejor de los casos, ignoran de lo que hablan. Mientras, callan muchas personas influyentes que saben que acusar a Enrique Moreno de negligencia es una contradicción in terminis. No es solo injusto para el gran cirujano. También para un país que, en vez de admirar a sus mejores hijos, deja que sean vilipendiados en oportunistas juicios mediáticos. Queda un consuelo para todos: ningún ataque a la fama profesional del Doctor Moreno disminuirá la salud de tantos a los que ha tratado, ni la calidad de sus aportaciones a la ciencia médica.

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