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¡Y tú más!

No podemos enfrentarnos a la corrupción política con partidismo ideológico. Si es así, sólo nos convertimos en comparsas del "y tú más" de los partidos.

Es muy humano, pero no es solución de nada. No podemos enfrentarnos a la corrupción política con partidismo ideológico. Si es así, sólo nos convertimos en comparsas del "y tú más" de los partidos. Importa poco quién ha sido, a qué partido pertenece, cuánto ha robado y a qué lo ha destinado. La corrupción es un mal en sí misma y no la disculpa en nada la posición que guardemos cada uno de nosotros respecto a quien la ha llevado a cabo. Si así fuere, la corrupción no sería un mal en sí, sino una coartada relativa para seguir justificando el ventajismo en nombre de nuestras adhesiones personales.

Es esto lo que, precisamente, está pasando con esta orgía de corrupciones de unos y otros. Podríamos hacer un ranking. Sin duda. No es lo mismo afanar la subvención europea para la formación de parados en Cataluña que recibir coimas de empresarios interesados en la obra pública. No es lo mismo robar millones de euros para ponerse hasta arriba de coca e ir de putas a costa de los ERE de Andalucía que recibir unos sobresueldos de dinero privado. Sobre todo si los corruptos son los sindicalistas que habrían de velar por el amparo de los parados. No es lo mismo, pero todo es corrupción, corrupción inadmisible.

Cuando leo, escucho o veo a los medios posicionarse de diferente manera según quién es el chorizo, algo me dice que es tan malo el medio que informa como el zampabollos que roba. ¿Es tan difícil entender que la máxima económica de una empresa reside en lograr la confianza absoluta de sus clientes? ¿Es tan difícil convencer a partidos y sindicatos de que no hay mayor propaganda para sus intereses electorales que el que sean ellos, antes que jueces y periodistas, los que expulsen de sus formaciones y denuncien a los sinvergüenzas que utilizan sus siglas? Les pondré un ejemplo. Mercedes, hace unos años, tuvo un fallo en uno de sus primeros coches utilitarios. Derrapaba en las curvas. ¿Lo ocultó? ¡No! Lo publicitó y encargó todo tipo de reclamos informativos para que todos los propietarios de ese modelo pasaran por el concesionario más próximo para arreglar el fallo. Su seguridad era lo primero.

Nadie es perfecto, pero podemos ser escrupulosos cuando tenemos un fallo, decirlo y reparar los daños causados. En el caso de la Mercedes, el fallo no le costó ventas, sino que le hizo ganar más confianza entre sus clientes. Sabían que detrás de su vehículo había una empresa responsable que velaba por su seguridad.

Con nuestros políticos pasa lo contrario. Ocultan, simulan, niegan, impiden el esclarecimiento de los hechos, y protegen a los corruptos. ¿Por qué? Porque ellos mismos forman parte de la corrupción enjuiciada.

Hoy, el Congreso de los Diputados ha sido el escenario de una vergüenza nacional. Un partido con mayoría absoluta impide democráticamente lo más antidemocrático y protege a los corruptos, es decir, a aquellos que traicionan la confianza que los ciudadanos han depositado en sus representantes. Lo contrario de la Mercedes. ¿Quién se puede fiar de semejante gentuza?

La política se ha llenado de individuos que se reconocen y se promocionan mutuamente con una simple mirada, es la mirada del poder. Frente a éstos, están en peligro de extinción aquellos otros que además de querer ejercer el poder necesitan tener una disculpa ética para alcanzarlo. Están en desventaja. Para los primeros, lo importante es el fin, o sea el poder a secas, no los medios. Para los segundos, no todo vale. Estos tienen ideales y principios; los primeros, solo ambición.

Entre la mafia de esos defraudadores de la voluntad popular y la vida de verdad, están aquellos que se juegan la vida en cada lance y aceptan el envite, porque saben que apostar por unas ideas nunca puede ser teatro y ventajas, sino apuesta y grandeza. Con sus riesgos. Como la del matador en mitad del ruedo frente a un toro. Todo es verdad, sobre todo la muerte. Valga esta intervención parlamentaria de ayer miércoles en el Congreso de los Diputados de Luis María Gibert. En ella no sólo defiende los toros, sino la vida de verdad, o la muerte. Aferrarse al poder es tan inútil como hacerlo a la vida. Que a la postre no es vida, sino engaño. Fue a propósito de la ILP presentada para impedir que nadie pueda prohibir la tauromaquia en España. Valga la metáfora. Que cada cual lo relacione con Bárcenas y Mariano Rajoy según sus entendederas.

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