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Antonio Robles

Vox culmina el mosaico democrático

El nacionalismo español, traicionado por los dos grandes, ahora encontrará en Vox su auténtica casa.

Hubo un tiempo en el que creímos que la transición política había sido modélica y su consolidación un hecho. Incluso el modelo bipartidista, la mejor solución para cerrar definitivamente las tensiones territoriales.

Hoy sabemos que fue una ilusión. Ni ha servido para calmar a los nacionalistas, ni garantiza la unidad del Estado, ni representa las diferentes sensibilidades de los españoles. De esto último tenemos la mejor prueba en la irrupción de dos partidos ya consolidados: C’s y UPyD, y un tercero que cierra el círculo, Vox.

Es una buena noticia para los españoles y muy mala para los que quieren romper España. Hasta ahora los partidos nacionalistas han opuesto su radicalismo separatista tanto a PP como a PSOE. Como si fueran su revés. Su lenguaje ultranacionalista quiso siempre encontrar en esos dos partidos nacionales su correlato identitario; pero atribuyéndoles lo peor del nacionalismo franquista. Ellos se reservaban la protección de la libertad, la modernidad y la democracia. Pareciere que toda defensa de España fuera casposa, incluyendo símbolos y constitución democráticos. A la derecha del PP no había ni rastro de la ultraderecha que tanto aman para sentirse víctimas y legitimar sus excesos, lo que les facilitaba identificar al PP con ella.

Con la irrupción de C’s y UPyD, el discurso nacional, tan mal defendido por PP y PSOE, perdió buena parte de sus complejos y centró una pizca a los dos partidos nacionales. Aun así, ni uno ni otro se atrevieron nunca a oponer al discurso nacionalista de los separatistas un discurso nacionalista español tan sentimental y radical como el suyo. Vox sí, he ahí su oportunidad y necesidad.

Con el nacimiento de Vox, el patriotismo sentimental de Santi Abascal centra a PP y PSOE, y obliga a los nacionalismos a mirarse en su mismo espejo. El radicalismo de estos tendrá una contestación a su altura; si para unos la senyera, la estelada o la ikurriña son sagradas, para Vox lo es la bandera española; si para los separatistas la patria no se negocia, para los nacionalistas españoles de Santi Abascal ningún sacrificio será suficiente para impedir que se rompa España. Pronto, muy pronto, el radicalismo nacionalista periférico desvelará toda su impostura al tener frente a ellos la imagen de ellos mismos. Eso permitirá al PSOE, pero sobre todo al PP, alejarse de la imagen satanizada de ultraespañoles de la que tanto rédito sacan en sus feudos los separatistas, y centrarse y aparecer como partidos alejados de tal radicalismo.

Mal hueso le ha salido al nacionalismo. Sus tres décadas de imposturas y máscaras han acabado. Habrán de lidiar con su chepa egoísta y reaccionaria. El nacionalismo español también puede ser democrático y épico. Dentro de la ley. Al fin y al cabo, Vox nace para defender la Constitución española, y el separatismo para quebrarla.

Con la llegada de Vox puede que el mosaico de partidos actual permita a la mayoría de españoles encontrar al suyo. Tanto UPyD como C’s sirvieron en buena medida para eso, pero ellos mismos tenían prestados votos de un nacionalismo español traicionado por los dos grandes que ahora encontrarán en Vox su auténtica casa. Si es así, UPyD perderá fuelle y C’s la oportunidad de instalarse en toda España con la fuerza que Movimiento Ciudadano ha desplegado. En unos y otros casos, la irrupción de estos tres partidos ha enriquecido la pluralidad que el bipartidismo impedía e inaugurado un tiempo nuevo. E incierto. De seguro apasionante.

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