"La primera víctima de la guerra es la verdad". Pongamos que hablo de Cataluña, pongamos que hablo de TV3. La primera víctima de la guerra es la información. Precisamente, la liquidación de la información y su sustitución por pura y dura propaganda, detectamos que en Cataluña las instituciones nacionalistas actúan bajo los parámetros de una guerra no convencional, pero sí real. Y sus tentáculos se extienden por el entramado de los medios que controlan. O dicho en crudo, los nacionalistas actúan en el campo de la información como cualquier país en guerra.
26 de octubre de 2019, programa FAQS (Preguntes Freqüents) de TV3. Un plató de incondicionales de la secesión, una mesa con invitados del mismo perfil y Cristina Puig ejerciendo de sacerdotisa enfundada en una camiseta alusiva a los fuegos que han arrasado Barcelona la última semana. Dos adolescentes con cara de no haber roto un plato hacen apología de la violencia como medio de propaganda para obligar al Gobierno a ceder a las pretensiones independentistas. Lo hacen con la normalidad con que se valora el precio del pan. Total complicidad del resto de la mesa y el soporte de la presentadora. En las imágenes de video, destrucción y fuego, violencia enlatada y repetida como se repite la última jugada asombrosa de Messi. Teledisturbios al servicio de la causa.
Siguen los demás invitados hablando de los presos políticos, mienten y dan coces contra el Estado de Derecho y su policía con la impunidad que da el calor de la manada. Nadie corrige, nadie disiente, el aquelarre cubre cualquier mentira. El fanatismo se pasea por el plató sin apariencia de serlo, porque la atmósfera que se respira es de complicidad absoluta. Anna Grau calentando en la banda sin poder intervenir. La cuota de legitimación de la mentira. Al fin y al cabo, a alguna bruja hay que quemar.
Lo terrible no es que uno de los adolescentes haga una exposición teórica de la violencia como método para lograr sus objetivos. Al fin y al cabo, sus mayores, a través de la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, esparcen la consigna que la violencia vende visibilidad en el exterior. Comienzan a canalizar el mal. Pero no, lo terrible es que la presentadora colabore con la exposición y reduzca la apología de la violencia y la destrucción a mera estrategia para lograr doblegar al Estado. Y al final sacas la sensación de que TV3 es el Estado Mayor de un ejército que expone y coordina órdenes desde sus terminales informativas para que los hijos del procés las sigan.
En ese sentido, los platós de TV3 ya no son de información, solo espacios de una guerra que se libra a través de la comunicación para mantener sus terminales engrasadas y coordinadas. Con esas coordenadas es imposible la información, y mucho menos, la búsqueda de la verdad. Es la muerte del periodismo y la premonición del fascismo.
Coda: el golpe sigue, la guerra permanece, y la izquierda dándoles carrete. Si se quiere ganar a esta república digital y mediática, hay que invertir en pedagogía cultural. Desde el Estado y con presupuestos públicos. Como si de una guerra se tratase. Porque así lo sienten ellos, y en función de ello actúan.