Nos despertábamos el pasado jueves con la orden de prisión contra el exconsejero de Gobernación del Gobierno Tripartido catalán, Jordi Ausàs, por contrabando de tabaco. 145.000 euros de fianza. El exdirigente de ERC y exalcalde de la Seo de Urgell se unía a una larguísima lista de gestores corruptos, amparados por esa casta catalanista, trasversal e interclasista a sueldo del negocio nacional, que en realidad constituye una verdadera clase social al modo y manera como Marx definió el abuso de una parte de la sociedad sobre otra. Mejor guión imposible, un independentista de ERC mano a mano con un guardia civil. Unidos por la pasta. Ni Luis de Funes. ¿Se imaginan a uno con la estelada y al otro con el tricornio acarreando cartones de Winston mano a mano?
Ayer el titular del Juzgado de Instrucción número 30 de Barcelona, Josep Maria Pijuan, ha impuesto 3,3 millones de fianza al partido de Jordi Pujol, CDC, por haberse beneficiado presuntamente del saqueo del Palau de la Música. Y ha señalado a Artur Mas como responsable civil en la causa. El recorrido de la mordida era de libro: adjudicación de obras por parte del Gobierno de la Generalitat a favor de Ferrovial, donación de Ferrovial de 12 millones de euros al Palau de la Música de Lluis Millet, desvío de subvenciones del Palau de la Música a la Fundación Trias Fargas de CiU y a las empresas Letter Graphic y New Letter que llevaban sus campañas electorales; o directamente a través de dinero opaco con su responsable de cuentas, Oscar Osácar.
¿La impunidad mediática de CiU comienza a resquebrajarse? Habrá que esperar. No me fio de un juez que fue apartado del caso por ir más lento que un caracol y se baja el escalafón para volver a cogerlo. Desbrozar el laberinto costará tiempo, hasta ahora la mayoría de los golpes los han podido neutralizar con el recurso a la bandera, pero la crisis y el hartazgo están destapando el hedor del oasis, ya casi ciénaga. De ahí los aspavientos cada vez más histéricos de Artur Más contra el Estado y las amenazas soberanistas. Hay que crear cortinas de humo y agitar las vísceras tribales: "Vienen tiempos convulsos. La ofensiva contra el catalanismo a través del brazo judicial del españolismo acaba de comenzar. Estado propio" (Gerad Figueras, presidente de las JNC, de CiU).
El general Franco, escribió Jordi Pujol en su juventud "sabe que un país podrido es fácil de dominar, que un hombre comprometido por hechos de corrupción económica o administrativa es un hombre prisionero. Por eso el Régimen ha fomentado la inmoralidad de la vida pública y económica [...] El hombre que pronto vendrá a Barcelona, además de un opresor, es un corruptor" (palabras de Jordi Pujol, recogidas por Manuel Trallero en su libro sobre el caso Palau).
Pujol tenía razón, incluso si se lo aplicamos a él. El juez Pascual Estevill, impuesto por Jordi Pujol en 1994 como vocal del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), fue condenado a nueve años y cuatro meses por extorsión, cohecho y prevaricación; y su cómplice, Piqué Vidal, abogado de Jordi Pujol en el caso Banca Catalana, de Javier de la Rosa y de empresarios procesados por delitos fiscales, fue condenado por los mismos delitos que Pascual Estevill a siete años de prisión. Para Pujol, Javier de la Rosa era "el empresario catalán ejemplar", como debió serlo su abogado Piqué Vidal cuando juntos utilizaron Cataluña para tapar las vergüenzas de Banca Catalana. El consejero de economía y exdirector del Instituto Catalán de Finanzas, Jordi Planasdemunt, fue condenado a siete años por un caso de pagarés falsos BFP, una sociedad de Barcelona que estafó entre 1990 y 92 no menos de 2.300 millones de pesetas a centenares de pequeños inversionistas. Macià Alavedra, tres veces consejero de Pujol, la última de Industria y Energía cuando fue encausado por primera vez, aunque lo sería más tarde también por el caso Petroria, junto a Lluis Penafreta, mano derecha de Pujol y secretario de Presidencia, del que Pujol dijo que hubo un tiempo donde la Generalitat eran únicamente ellos dos. En este caso, además, estaba por medio el alcalde de Santa Coloma de Gramanet del PSC. La socioconvergencia de la corrupción en estado puro.
Un relato de complicidades que explica el silencio de aquel exabrupto del 3% de Maragall contra Artur Mas en el Parlamento catalán reducido a la nada por temor a hacerse daño. Sin duda, uno de los pasajes más obscenos de la política catalana, a excepción del más impresentable caso de desvergüenza y mangoneo protagonizado por un político democrático. Me refiero a las manifestaciones que hizo el propio Jordi Pujol sobre el caso, para advertir veladamente a los que quisieran tirar de la manta: "Si entramos aquí, nos haremos mucho daño, porque tendré una respuesta fácil. Yo también le podría decir: ‘estos dieron tanto a tanto’ - Y consciente, reconoció - desprenderemos un poco de hedor; No entraremos, pero, ¡eh! - advirtió – si hace falta entrar, entraremos; aunque me parece que no debo entrar". Y no entró, claro, ni nadie le pidió cuentas por esa declaración prevaricadora. Vivimos en "su país", un mundo donde nada se hace ni se dice sin su consentimiento.
Creo que supo imitar a la perfección a su detestado Paco, el de Ferrol. Como él, ha logrado controlar el poder aún sin estar, vivir en un oasis putrefacto sin parecerlo por la misma prensa del movimiento, e imponer una sola lengua. Pero hasta la obra de Franco acabó por convertirse en un guiñapo patético. Esperemos que en este caso, los jueces nos demuestren que estamos en una democracia. Lo digo sin entusiasmo.