Estamos ante la reencarnación de Jordi Pujol. Y Sánchez le dará la alternativa el próximo 7 de enero en el mismísimo Congreso de los Diputados. Aunque Pedro crea que a quien invisten es a él. Pobre iluso.
He recordado más de una vez que Oriol Junqueras es el líder más peligroso del independentismo. Como Jordi Pujol, su base doctrinal es religiosa, un cura frustrado de misa diaria, ladino, cercano, embaucador, que envuelve en entonaciones fonéticas y emociones lacrimógenas argumentaciones tramposas. Si te confías, estás perdido.
Ninguna de las presuntas cesiones que Pedro Sánchez ha firmado en su pacto con ERC es grave por sí misma, sino por su pedagogía simbólica. Al fin y al cabo, las que fueren inconstitucionales nunca superarían las tres cuartas partes del Congreso necesarias para la reforma constitucional correspondiente. Otra cosa es la retirada del Estado, una vez más, de partes de España. Como la Guardia Civil de Navarra.
Y si no lo son per se, ¿por qué las habría de avalar Junqueras? ¿Por qué investir a Sánchez si de todo lo pactado, poco o nada se convertiría en realidad? Responder correctamente estas preguntas es imprescindible para entender por qué el narcotraficante vende droga pero no la toma. Sólo el que sabe que miente para llegar a una meta ha de mantenerse lúcido frente a la turba fanatizada a la que utiliza. El nacionalismo en vena de Puigdemont o Torra es esclavo de su propia adicción, por eso despotrica contra Junqueras por renunciar a un referéndum de autodeterminación. En realidad, la apuesta de Junqueras sólo es un paréntesis, un retorno al campo base, para reanudar la ascensión a la cima en cuanto el temporal amaine.
No otra cosa hizo Jordi Pujol desde que decidió ir a la cárcel en pleno franquismo, moldear la mentalidad que le garantizara la hegemonía moral, y desde ella normalizar la ilegalidad que le garantizase la hegemonía política real. En esa primera etapa de ayuno en el desierto, el objetivo no era la independencia, sino la dominación. Y la logró con creces. En ésta, Junqueras está empeñado en normalizar el conflicto político para blindar las acciones unilaterales de la Generalidad frente a los tribunales de justicia; imponer la bilateralidad a través de la mesa de negociación de igual a igual entre Estado y Catalunya para normalizar el hecho diferencial catalán, primero, e imponerlo después; e introducir sibilinamente una consulta a la ciudadanía catalana para validar democráticamente los acuerdos tomados entre PSOE y ERC, como paso previo para legitimar cualquier otra consulta, incluida la de autodeterminación.
¿Por qué abogar por una consulta que Junqueras podría perder, y con ella los acuerdos arrancados a Pedro Sánchez?
Porque a Junqueras lo que le interesa de verdad es normalizar la ilegalidad, convertir en normal en la mente de la gente las artimañas ilegales para lograr por vías antidemocráticas lo que por vías democráticas nunca alcanzará. Legitimar ese lenguaje es erosionar definitivamente los valores democráticos, las reglas del Estado de Derecho y disponer a la ciudadanía, convertida ya en turba, en el medio instrumental para imponer una rebelión por decantación. No importa si tarda un año o cien, esta es la infección de un hombre que confunde la nación con sus pulsiones vitales.
Desgraciadamente, Sánchez es incapaz de ver lo más evidente, que los pilares de una civilización son el sistema de creencias en el que cree generación tras generación. Los tabúes en la antigüedad suplían los valores razonados y consensuados de hoy, y eran útiles, como lo son ahora los valores consensuados democráticamente que dan legitimidad a los Estados de Derecho. Socavar esos valores, o, si quieren, desvirtuarlos ante la opinión pública, es socavar la propia democracia. Y eso es lo que está propiciando la ignorancia de Pedro, al entregarse a ese cura revenido y viscoso que está en la cárcel.
En Cataluña llevamos 40 años de mentiras, y 10 de pedagogía de la subversión de la democracia en nombre de la propia democracia. Obsceno. El Capo Pujol ya tiene quien le perpetúe, el narcodemócrata por antonomasia, el preso Junqueras.