Ayer Inés Arrimadas daba apoyo a un Gobierno de socialistas asimétricos, populistas y secesionistas. La mayor concentración de adversarios ideológicos de Cs.
Hace un año, Albert Rivera se negó a formar Gobierno con Pedro Sánchez a pesar de disponer juntos de mayoría absoluta. Podía haber evitado ese avispero, no porque Pedro Sánchez fuera fiable, sino precisamente porque no lo era. Y porque no lo era, era preciso evitar dejarle a merced de los mayores enemigos de España y la libertad. La consecuencia fue un Gobierno de intenciones siniestras. Después hemos comprobado que también de ineptos. Suya es la responsabilidad.
No estaba escrito en el destino de Ciudadanos que sus dos únicos presidentes desde que naciera en 2006 acabasen traicionando todas las razones por las que nació. El primero, porque olvidó que su razón de ser era ejercer de partido bisagra para impedir que los nacionalistas siguieran chantajeando a los Gobiernos de España. Y no lo hizo. La Historia lo juzgará. E Inés Arrimadas, porque acaba de apoyar a un Gobierno que debería combatir. Ahora sobraba la bisagra tanto como necesaria hubiera sido antes. Porque ahora sólo sirve para legitimar sus tropelías, no para condicionarlas.
En el primer caso pudo más la ensoñación narcisista de desbancar al PP para lograr la presidencia del Gobierno que las razones de Estado por las que había sido concebido Cs. En el segundo, Arrimadas justificó apoyar el estado de alarma para salvar vidas y empleos, no para apoyar la investidura de Sánchez. De momento, lo de salvar vidas es incierto, pero hundir la economía está asegurado. Como seguro es que ha logrado salir del espacio vacío entre el PP y Vox a costa de chapotear en la misma cloaca de la vieja política que Cs juró combatir.
No sé si uno u otro bandazo lograrán asegurar el alpiste a sus gestores, de lo que no cabe duda es de que no ha quedado ni rastro de aquel espíritu rebelde y creativo de la Resistencia al nacionalismo en Cataluña que pretendía neutralizar al nacionalismo, acabar con la exclusión lingüística, erradicar la corrupción económica y moral de la política, y cumplir y hacer cumplir las promesas electorales, o dimitir. En ningún caso mentir al electorado, ni comprarlo con promesas populistas, y defender a la nación española como espacio del bien común. De su transversalidad con la socialdemocracia, el verdadero centro, ni escribo. Ya había sido eliminada en el congreso de Coslada en 2017.
Las razones para abandonarse a semejante hipoteca las concretó en tres condiciones, que aseguró haber impuesto a Sánchez. A saber, "que el Gobierno se prepare para desvincular ERTE y ayudas a la declaración del estado de alarma; que el Gobierno necesita un plan B; y la tercera, que llame a la oposición cada semana, la escuche y tenga en cuenta a las comunidades históricas". "Estaremos vigilantes", amenazó. Seguro que Pedro Sánchez no durmió esta noche.
Ante el estupor general, Inés aún tuvo el cuajo de asegurar: "Sí, yo me creo que este Gobierno es capaz de cumplir con su palabra". No me extraña que su compañero Juan Carlos Girauta jurara en arameo y pisoteara una vez más el Abrazo de Vergara desesperado ante tanta malicia o bisoñez. No sé.
Ayer Inés Arrimadas fue por vez primera al Congreso a reafirmar su liderazgo: "Asumo absolutamente la responsabilidad de este voto". Sabía lo que hacía mientras Pedro Sánchez daba una coz a su predecesor en diferido: "Le agradezco su apoyo en esta votación". Y siguió cruel: "Ha demostrado usted que con 10 escaños se puede ser más trascendente que con 56".
Ella insistía en justificarse: "Hoy no se vota la investidura del señor Pedro Sánchez, hoy se vota si se alarga el estado de alarma quince días más". ¡Buuufff!
No, señora Arrimadas, ayer votó a un equipo de expertos clandestino, a un Gobierno que ha utilizado el estado de alarma para restringir libertades, para evitar el control parlamentario, para enmascarar el dopaje a los medios afines. Con su voto, señora Arrimadas, está encubriendo una gestión médica criminal, una imagen pública blanqueada por la buena fe de millones de españoles aplaudiendo cada día en los balcones, mientras su sombra de sonrisas y buen rollo oculta la tragedia real de ataúdes, muerte y desolación, y maquilla estadísticas para minimizarla. Con su apoyo, está legitimando a un Gobierno que nos ha mentido, y se ha corrompido con el material médico imprescindible para salvar vidas… Señora Arrimadas, le acaba de dar aire al Gobierno más incapaz para enfrentarnos a esta tragedia, y con su voto ha colaborado a que siga gestionándola de la peor manera. Sin contar que en el lote van incluidos todos los demonios que inspiraron el nacimiento de Cs: integristas lingüísticos, segregacionistas culturales, supremacistas, federalistas asimétricos, plurinacionalistas, secesionistas, filoetarras, populistas, comunistas, ultranacionalistas, etc., presididos por un Napoleonazo cuya virtud más lograda es mentir por sistema sin rubor alguno. Ahí lo dejo.
PS: no hay mal que por bien no venga. Su entrega sin condiciones a Sánchez agita el avispero nacionalista y perturba las relaciones con Sánchez.