Íñigo Urkullu pisotea el título de la película Ni vencedores ni vencidos aplicándolo al final de ETA. Ya se huele el cambio de política penitenciaria para acercar a los presos etarras a su hogar.
Hoy ha salido a la calle un violador múltiple condenado a 167 años de prisión, después de cumplir 20 años por 17 violaciones. Gregorio Cano.
El informe forense de prisiones no lo considera rehabilitado, aunque él asegura que lo está. No lo debe de estar tanto cuando ha solicitado en no menos de tres ocasiones la castración química, pero no se la han concedido. Tiene tendencia a la agresión, es violento y ha intentado suicidarse en varias ocasiones. Sigue un tratamiento y tendrá vigilancia discreta y no permanente. Todos los expertos que lo han tratado coinciden en que es un enfermo.
A partir de esa constatación, ya empiezan a pronunciarse sobre su suerte almas piadosas que se apiadan de él.
No quiero ser cruel, y menos ciscarme en un enfermo con tendencia al mal. Bastante tiene con soportar la esclavitud perversa que le inhabilita para vivir junto a los demás con respeto. La pregunta no es sólo como rehabilitarle. La pregunta que una sociedad adulta y sin complejos piadosos debería hacerse es cómo pueden ser protegidas las víctimas potenciales. La reflexión que debería presidir esta amenaza es por qué tendrá más atención el verdugo que sus víctimas.
En la atmósfera buenista de la sociedad de nuestro tiempo, tendemos a centrarnos en salvaguardar los derechos del delincuente más que en proteger a sus víctimas potenciales. Lo hemos visto últimamente en el debate sobre la prisión permanente revisable, y siempre con los terroristas de ETA o los pobres presos políticos maltratados por un Estado opresor.
No quiero repetirme, pero sí insistir en lo que ya expuse a propósito de la prisión permanente revisable. Tendemos a olvidarnos de las víctimas con una facilidad pasmosa. Esta misma semana Fernando Savater, Maite Pagazaurtundúa y Consuelo Ordóñez nos recordaban, en el manifiesto ETA quiere poner el contador a cero, la pasividad del Gobierno y la complicidad del nacionalismo vasco ante el intento de ETA de imponer un relato del pasado que la absuelva. Un doble crimen, primero mataron a sus víctimas y ahora pretenden justificar sus crímenes en nombre de interesadas circunstancias históricas. Y mientras tanto, políticos populistas y Gobiernos colaborando con el blanqueo; 358 crímenes sin resolver, escaños y concejalías ocupadas por cómplices de criminales, una sociedad ciega y muda ante la artimaña y Podemos hablando de paz.
Hoy, Josu Ternera cerraba la historia de sangre y odio nacionalista de ETA con esta frase macabra: "ETA da por concluida su actividad política". Si los crímenes han sido fruto de su "actividad política", no me extraña que concluya el comunicado con: "Los y las exmilitantes de ETA continuarán con la lucha por una Euskalerría reunificada (…) con la responsabilidad y honestidad de siempre". Ni una sola mención a las víctimas. Me pregunto quién estará más enfermo, si el violador múltiple, Gregorio Cano o Josu Ternera y su banda. Ante ello, ¿Urkullu considera que no tiene que haber vencedores ni vencidos?
Macabra coincidencia entre violadores y psicópatas: un violador a la calle y el fin de ETA. En uno y otro caso, idéntica despreocupación por las víctimas. Habremos de empezar a dotarnos de un Código Penal garantista de verdad. Sobre todo, para proteger a las víctimas.