Hace ya mucho tiempo que Cataluña es un escenario de ficciones, su política, una pulsión digital diseñada por creativos de comunicación, y sus dirigentes, hechiceros.
En este escenario nunca hubiera brotado el método científico; y sin embargo no podemos prescindir de él. Es preciso que quien tuvo la oportunidad de ganar las elecciones tenga la obligación de ponerlas al servicio de un nuevo paradigma político basado en la razón y en la realidad. Empezando por hacer pedagogía.
De momento, la actitud pusilánime de Cs ante la investidura ha provocado que su triunfo haya pasado desapercibido en beneficio de Puigdemont. Rufián repetía hoy mismo el mantra que ha esparcido el fantasma de Bruselas desde la misma noche electoral: es inaudito que se encarcele a alguien que "ha vuelto a ganar las elecciones".
Inés Arrimadas (Cs) es quien ha ganado las elecciones, y esa ventaja le otorga el derecho a presentar su investidura, además de serle reconocida la victoria en votos y escaños. La matemática no le garantiza la mayoría, pero le ofrece la oportunidad de denunciar ante Europa la naturaleza perversa del nacionalismo, y mostrar a los catalanes lo que es un Estado de Derecho y lo que no lo es. Dejar a esos hechiceros ante los suyos como lo que son, meros farsantes. Esa es la batalla que aún no ha ganado el constitucionalismo.
Es imprescindible hacer realidad, la realidad, y la realidad es que Cs, un partido constitucionalista, ha ganado las elecciones. Esto lo deben saber en Europa, y lo deben interiorizar ellos; es preciso que los europeos sepan que los nacionalistas no pueden seguir hablando en nombre de Cataluña. Cataluña no son ellos, ellos sólo son catalanes separatistas. El mero proceso formal de investidura ya dejaría constancia de tal evidencia ante los medios extranjeros.
Inés ha de tomar conciencia de que es la primera vez que el nacionalismo no ha ganado las elecciones, sino el partido que nació para acabar con él. Inés tendría un tiempo ilimitado para defender su candidatura a la presidencia. Dispondría de la oportunidad, no sólo de exponer su programa constitucionalista, sino de dar una lección magistral de todas las mentiras que nos han traído hasta aquí. De todas y en todos los campos. Incluso de obligar a los falsos equidistantes a mostrar sus cartas, a desvelar su falso coraje constitucional. Claro, siempre y cuando conserve algo de la audacia y generosidad que fundó Cs y le importe más la defensa de una Cataluña posnacionalista que el cálculo electoral. Apostar todo a que los nacionalistas se cuezan en su propia salsa, al modo y manera que ha obrado Rajoy, puede ser una opción posible, pero impropia de un partido que pretende sustituir al PP para no hacer lo mismo que él.
¿A nadie en Cs se le ocurrirá reunir a un equipo de historiadores neutrales que preparen una clase magistral de historia para que Inés muestre a la sociedad catalana del hemiciclo la gran mentira colectiva desde la que el nacionalismo ha construido sus agravios y embaucado a sus hijos?
¿Tan difícil es hacer un recuento de todas las exclusiones sociales, políticas, mediáticas, educativas, empíricas, contrastables y verificables para dejar negro sobre blanco su falsa cohesión social? ¿No se puede hablar de economía sin echarle la culpa al otro del derroche propio? ¿Tan difícil es preparar una exposición magistral sobre la democracia, sobre el Estado de Derecho de forma académica y seria, sin caer en la frivolidad periodística para dejar en cueros su falsa revolución de las sonrisas y el tráfico obsceno del lenguaje?
¿No sería imprescindible explicar con exquisito paladar retórico que, independientemente de que el separatismo sea una opción política legal, eso no absuelve en absoluto su impronta supremacista? ¿Por qué reducirse a denunciar su tendencia a la unilateralidad, cuando es, en sí mismo, la manera más obscena, egoísta, clasista, peligrosa y retrógrada de cuantas pueden arruinar a una sociedad, enfrentar a sus ciudadanos y desentenderse de la suerte de los más desfavorecidos en la ruptura?
Sin tiempo, tomándose todas las horas que hicieren falta para nombrar todos los abusos y estrategias para envenenar a la sociedad catalana que han llevado a cabo desde 1980. Es preciso una catarsis. Cataluña necesita despertar de esta pesadilla. Y Cs tiene la oportunidad de hacer pedagogía. He ahí el sentido y rédito de su victoria.