No hay nada más urgente hoy en Cataluña que desenmascarar la manipulación del lenguaje. Se ha escrito mucho sobre ello, pero no suficiente. No podemos consentir que una ciénaga de integristas nos roben el sentido de las palabras y se presenten como príncipes de la liberación de un pueblo oprimido. La apuesta es tan obscena, las formas tan burdas, el consentimiento tan general, que su mera sospecha debería desatar la ira de todos. Por supervivencia.
¿A qué llamarán "democracia" quienes cada día la pisotean? ¿A qué llamarán "libertad" quienes niegan el derecho a manifestarse a quienes disienten de la verdad oficial? ¿A qué llamarán "derecho a decidir" quienes impiden decidir a los padres la lengua en que desean estudiar sus hijos? ¿A qué llamarán "fuerzas de ocupación" quienes han convertido a los Mozos de Escuadra en una policía política? ¿A qué llamarán "robar" quienes inventaron el 3%? ¿A qué llamarán "prensa española manipuladora" quienes han convertido TV3 y demás medios públicos y subvencionados en puros medios de propaganda y adoctrinamiento? ¿A qué llamarán "Cataluña" quienes consideran extranjeros a más de la mitad de su población? ¿A qué llamarán "respeto a la legalidad" quienes no respetan los dictámenes de los letrados de su propio Parlamento, incumplen las sentencias de los tribunales y desobedecen las leyes? ¿A qué llamarán "fuerzas de resistencia antifascistas" quienes ejercen la violencia contra quienes tienen opiniones diferentes a las suyas? ¿A qué se referirán con "las calles siempre serán nuestras", si las calles son de todos? ¿A qué llamarán "derecho de autodeterminación" quienes desprecian las disposiciones de las Naciones Unidas que dictaminan que tal derecho sólo es aplicable para casos de descolonización? ¿A qué llamarán "pueblo colonizado" si los supuestos colonizados se sienten superiores, tienen más poder y más renta per cápita que los colonizadores? ¿A qué llamarán "bestias con forma humana" quienes insultan, desprecian y maldicen a sus propios compatriotas? ¿A qué llamarán "derechos históricos" quienes pretenden ampararse en ellos para imponer privilegios abolidos en el s. XVIII? ¿A qué llamarán "lengua propia", si en Cataluña hay tres oficiales y ninguna impropia? ¿A qué llamarán "respeto a la lengua propia" quienes no respetan la lengua de los demás? ¿A qué llamarán "respeto a la pluralidad" quienes en Cataluña no respetan la cultura ni la nación españolas? ¿A qué llamarán "multilingüismo" si en la escuela, en las instituciones y en los medios públicos de comunicación no permiten el uso del idioma común de todos los españoles? ¿A qué llamarán "normalización" quienes han convertido Cataluña en un polvorín? ¿A qué llamarán "servicios sociales" quienes derrochan millones de euros en políticas identitarias en detrimento de la sanidad, la educación o la atención a la dependencia? ¿A qué llamarán "recortes" quienes sólo los aplican a los servicios sociales y a las necesidades de los más necesitados? ¿A qué llamarán "revolución de las sonrisas" quienes envenenan a diario las relaciones sociales, agreden a los disidentes y, los más impacientes, asaltan violentamente el Parlamento? ¿A qué llamarán "política de la no violencia", si todo su relato está construido sobre la mentira, el agravio, el resentimiento y el odio a España? ¿A qué llamarán "memoria histórica", si solo tienen memoria para excluir al otro e imponer la suya? ¿A qué llamarán "diálogo con el Estado" quienes lo han negado en el interior de Cataluña por sistema?
El lenguaje ha de servir para clarificar, para desvelar y nombrar el misterio de las cosas a medida que el tiempo y las circunstancias nos acercan al ser, a la verdad supuesta y circunstancial. Y para neutralizar la mentira. En su totalidad. Todo esto es lo que el nacionalismo ha destruido. Todo esto es lo que la inteligencia ha de revertir.
Quim Torra, el hechicero, y Pedro Sánchez, el amoral, no deben seguir mangoneando este país ni un minuto más. Si no por política, al menos por dignidad intelectual. ¡Elecciones ya!