Las primeras impresiones son las que quedan, reza el dicho. Y si la mente es propicia o un erial, la siembra convertirá las impresiones en certezas. Con todo el mondongo emocional incluido.
No he leído Patria ni he visto la serie de HBO sobre la novela. Por lo tanto, elucubrar sobre lo que no has leído ni visto, además de una temeridad sería pura impostura. Y sin embargo aquí estoy, merodeando el escándalo provocado por el cartel de promoción de su estreno porque es una gran alegoría de los males de nuestra Patria en estos tiempos de impostores y de imposturas.
Coinciden en España tres fenómenos que se retroalimentan y configuran la visión de las nuevas generaciones en la peor dirección: la irrupción digital, la pereza educativa y la superstición étnica. La primera sólo es una herramienta cognitiva neutra, como lo fue la invención de la imprenta. Y, en su mejor versión, un avance extraordinario para la humanidad. La segunda es la renuncia al esfuerzo en la adquisición del conocimiento, incluido el abandono de la lectura como ejercicio de reflexión; y la tercera, una involución contra la ilustración y la libertad. En medio, generaciones de adolescentes sin edad con un desconocimiento de nuestro pasado muy nocivo para la formación de nuestra conciencia histórica y sus consecuencias sociales.
La irrupción de los audiovisuales en todos los terrenos es extraordinaria. Nos enriquece la visión de la realidad, la adquirimos con menor esfuerzo en menor tiempo, y la hace asequible a todo el mundo. Como contrapartida, sustituye la lectura pausada y reflexiva, y genera tal variedad de información no reglada ni digerida que puede llegar a confundir la ficción con la realidad, sobre todo cuando no hay bases ilustradas firmes donde asirse. Por ejemplo, para las nuevas generaciones que no han sufrido ni tienen conocimiento del terror etarra, el cartel publicitario de HBO sobre la serie Patria está poniendo en el mismo plano al asesino y al asesinado. El relato abertzale perfecto para blanquear al nacionalismo violento y al que recogía sus nueces.
Es tan explícito como eficaz. La intención de la cadena HBO es diáfana, pretende convocar a víctimas y verdugos para vender el producto. Puro marketing, tráfico infame del dolor de unos y del odio justificativo de otros.
No nos indignemos de salida con la serie que aún no hemos visto. Ni siquiera con el cartel que la publicita de la peor manera. La indignación moral nos puede ocultar su dimensión simbólica, el indicio, la oportunidad que nos brinda para reflexionar sobre la devastación que está sufriendo hoy la sociedad española: analfabetismo galopante entre las nuevas generaciones sobre nuestro pasado cada vez más maquillado por series de televisión seudohistóricas que les venden ficciones por hechos reales al carecer de criterios ilustrados propios de una educación escolar. Eso en el mejor de los casos; en el peor, sustituidos por relatos nacionalistas cargados de emociones contra la historia común. El propio vicepresidente del Gobierno, especialista en contraportadas y series de tebeo, mostró la prepotencia del ignorante al pretender amedrentar el rey Felipe VI regalándole Juego de Tronos.
Hubo un tiempo en que advertimos esa deriva y se pudo atajar. Demasiados equidistantes. Hoy, el mal está ya muy interiorizado en algunas comunidades autónomas. Y no me refiero sólo a las nacionalistas. Podemos no nació ni en el País Vasco ni en Cataluña, nació en las universidades de Madrid. Es curioso que todas esas generaciones podemitas con aires adanistas estén más impresionadas por los cementerios de los años treinta que por la sangre aún caliente de los asesinatos de ETA. Esas sensibilidades se construyen.
Tomar conciencia de las nuevas formas de adquirir conocimientos y de adobar conciencias es darle una importancia capital a series como Patria, a medios como TV3, a la pedagogía del odio enlatada y distribuida en la escuela… Las mentes de las nuevas generaciones están en formación, hasta ahora sólo eran conscientes los nacionalistas. Siguen en ello. Hoy los medios audiovisuales y las RRSS educan más que la misma escuela. De ahí el valor simbólico de un cartel insidioso como el que publicita Patria. Esperemos que la serie lo desmienta. Hasta entonces, prudencia.