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Antonio Robles

La contestación de un presidente

El aplomo que mostró frente a Amaiur, no lo tuvo frente a Duran i Lleida. Una lástima. A pesar de tratarse del mismo chantaje, “España nos hace más pobres”, o sea, la versión aseada de “España nos roba”, no fue consecuente.

Mariano Rajoy presidente ha barrido de un plumazo la herencia anterior con dos decisiones propias de un hombre de Estado: su Gobierno lo es por méritos y preparación científica, no por estética, y su contestación al portavoz de Amaiur en el Congreso cortó de raíz la manida maraña de agravios que le tendió el gudari vasco. No necesitó alzar la voz, ni rebatir con obviedades las fechorías de un discurso lleno de lugares comunes entre los nacionalistas manchados de sangre. A su exigencia de "acatar los derechos de las nacionalidades históricas" como compensación por el sufrimiento infringido por España al pueblo vasco, le cortó con una declaración de principios: "A usted no le debo nada". No se puede decir más con menos palabras. "Ni yo, ni la sociedad española", remachó con aplomo. Nunca antes, en lugar tan sagrado, un dirigente había desmontado con tanta contundencia y credibilidad esa escombrera de derechos históricos, mentiras políticas y amenazas veladas con que los nacionalistas han alimentado durante los últimos 30 años pistolas y escuelas.

No sé si el propio Mariano Rajoy fue consciente del alcance de su aplomo. Se lo había dirigido a los gestores de la violencia, pero su contundencia alcanza a todos los chantajistas identitarios, a los manchados de sangre y a los enmascarados tras el "expolio fiscal" que inventan agravios todos los días contra España. Cada cual ha de tomar nota, también el presidente que las ha pronunciado, porque sus palabras bien pueden valer también para zanjar el chantaje de la interminable factura fiscal, cultural y lingüística que el catalanismo pretende cobrar indefinidamente. Tampoco a éste, España le debe nada, absolutamente nada. Aunque no se atreviera a decirlo.

El aplomo que mostró frente a Amaiur, no lo tuvo frente a Duran i Lleida. Una lástima. A pesar de tratarse del mismo chantaje, "España nos hace más pobres", o sea, la versión aseada de "España nos roba", no fue consecuente con la determinación mostrada ante Amaiur. Sin embargo, es la misma cantinela de la izquierda abertzale cuando exige que España acate los derechos históricos de Euskadi; la misma pedagogía del odio que empapa a la sociedad catalana si no se llega al pacto fiscal. Rajoy prefirió darle carrete: "Pronto haré una propuesta que le va a agradar". Puede que esto sirva para sus intereses de partido a corto plazo, pero no servirá para iniciar una pedagogía constitucional que alimente las razones de la España de los ciudadanos frente a la mentalidad reaccionaria de los territorios. Hubo de recordárselo la representante de UPyD ante el olvido selectivo de sus obligaciones como hombre de Estado.

Tanto me gustó su aplomo frente a Amaiur como me decepcionó el silencio desplegado ante la exclusión de los derechos lingüísticos en Cataluña o el desacato de su Gobierno frente a las sentencias de los Tribunales. Tactismo vergonzante. Una vez más. La misma determinación que me hizo creíble ese aplomo tajante ante los herederos nacionalistas de ETA, me hizo dudar por su silencio ante el abuso catalanista. Algún día, algún presidente español comprenderá que al nacionalismo no se le puede dar carrete. No importa si es violento o gestor de nueces. El sedal no los agota, muy al contrario, les sirve para tejer una red identitaria más tupida.

Suerte, presidente.

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