Estos días anda revuelto el gallinero autonómico a cuenta de las diferencias salariales entre los funcionarios de una y otra autonomía. No es de ahora, como casi todo. Viene de lejos. Y por las mismas causas. Lo inició el expresidente Jordi Pujol en Cataluña y enseguida le siguió el Gobierno vasco. Como casi siempre. Y por las mismas causas.
Un indicio. Nada más tomar las riendas de la Generalidad, en 1980, ordenó diseñar grandes vallas de publicidad para plantarlas en cada obra pública municipal o autonómica. En ellas se dejaba claro que tal obra se llevaba a cabo gracias a la Generalitat de Catalunya. Una anécdota menor si se hubiera quedado ahí o si tales vallas estuvieren justificadas. Pero no, en muchísimos casos el coste de la valla era mayor que la obra a realizar. Como la sustitución de una farola, o el arreglo de un bache en la calzada. Había que crear la ficción de que la Generalidad era más eficiente que el Estado y ajena a él. Una lluvia fina de símbolos al principio, ladina después, para mostrar a las claras en estos últimos años su rostro separatista.
Le siguieron los funcionarios de educación, no porque Cataluña estuviera mejor financiada o los sueldos estuvieran por debajo de los del resto del Estado, sino porque necesitaba su adhesión incondicional. Y empezar por el dinero era una razón de peso. Después vendrían las contraprestaciones lingüísticas e identitarias. Y el éxodo de 14.000 maestros.
Exactamente lo mismo que hizo con la implantación de los Mozos de Escuadra. Era preciso demostrar que eran mejores, superiores a "los grises" y a la casposa Guardia Civil. Pasen, comparen y vean una comisaría de los Mozos de Escuadra y compárenla con una de la Policía Nacional o un cuartel de la GC. Con un agravante, que el sueldo de los mossos no lo paga la Generalidad, sino el Estado. El Gobierno de la Generalidad añade un sobresueldo al sueldo. De ahí viene la diferencia de 955 a 1.090 euros entre las policías autonómicas y las nacionales. El resto de funcionarios siguieron el mismo camino.
Eso explica la doble intención de Pujol, crear sentido de Estado propio a base de dopar con dinero a tales funcionarios y alimentar un supremacismo simbólico de la nación catalana en construcción sobre la atrasada España. Ellos eran europeos, carolingios; del Ebro abajo, africanos.
Se podrán discutir las intenciones, pero no los resultados: eso es precisamente lo que se ha conseguido. El estudio de hace unos días de CCC demuestra que el índice más alto de independentistas está en la educación. Alrededor del doble que el resto. Le siguen en el podio los demás funcionarios, como los de sanidad.
A la luz de estas causas, resulta sangrante que venga de nuevo Iceta a pedir que el Estado asuma una quita a la deuda de Cataluña y ceda la recaudación total de los impuestos (¿qué diferencia hay con la Agencia Tributaria de Cataluña que el TC cerró a los golpistas por inconstitucional? Aunque si seguimos sus palabras, han dado un paso más: "Las Comunidades Autónomas, todas, deben poder ser Gobiernos auténticos –no meras gestoras de un estado descentralizado–" (Resulta curioso que "Comunidades Autónomas" lo escriba en mayúsculas y "estado descentralizado" en minúsculas).
¿Para qué necesitamos a los independentistas si ya tenemos la confederación del PSC/PSOE? Lo diré con palabras lanzadas por la vicepresidenta, Sáenz de Santamaría, contra Inmaculada-Domènech ayer en el Congreso: "El independentismo secundario es secundar todas las propuestas electorales que hacen los independentistas". Aplíquenlo al PSC de Iceta, palanganero histórico del nacionalismo. Encaja a la perfección.
Es una vergüenza que el señor Iceta no se haga cargo de sus propias responsabilidades en esa deuda, y encima exija el tesoro público común. Empezó en el Tripartito del PSC. En él colaboró con ERC a gastar sin medida en la construcción nacional. Y después no ha mostrado indignación alguna con los sueldos de políticos y cargos públicos que doblan en muchos casos los del Congreso de los Diputados, ni se ha indignado con el derroche destinado a la exclusión del español en las escuelas a base de cebar entidades y medios de comunicación con la disculpa de la normalización del catalán, ni ha intentado reducir la malversación de fondos públicos en TV3, ni en la internacionalización del conflicto. ¿Qué es si no tal derroche público, la causa de su deuda?
PS. Quieren ser Estado, pero actúan como esos niños consentidos que aborrecen a los padres, pero al menor contratiempo vuelven a casa a repostar. Libres y descarados, pero sin asumir las consecuencias de sus actos. Cuando superen esa adolescencia histórica e histérica es posible que comprendan que España no es su problema, sino el chivo expiatorio de su incapacidad para convivir con la cruda realidad.