El último sondeo electoral de "El Periódico" refleja un hecho insólito: mientras la Cataluña española ha dado un subidón inédito, la Cataluña nacionalista se desmorona.
No echen las campanas al vuelo, no he dicho que los ciudadanos no nacionalistas tengan al alcance de la mano el Gobierno de la Generalidad, pero sí que la secesión ha perdido toda opción matemática. Vayamos a los números. El 9-N demostró que solo un 29,89% del censo electoral catalán está con la independencia. Ni uno más. Es la mayor encuesta, la más universal, la más propicia a sus tesis de cuantas se han llevado a cabo. Fue un órdago con la hinchada enfervorecida por meses de agitación mediática y alusiones a la épica de una nación perseguida y colonizada. Imposible generar más entusiasmo, imposible hacerlo con mayor impunidad, imposible lograr mayor adhesión entre los interesados. El 9-N era la batalla final contra el invasor y todos debían estar dispuestos al sacrificio. Escaso sacrificio, exactamente 1.861.752 votaron a favor de la independencia de un censo electoral de 6.228.531, de los que votaron un total de 2.305.290, o sea, un 36,6% de participación. Mayor fiasco, imposible.
Significativos los 1.861.752 ciudadanos catalanes a favor de la independencia, pero más significativos son el resto que no se sumó a ella: 4.366.779. Puede objetarse que nadie puede interpretar a su favor la abstención. Es posible que esa actitud tenga sentido en unas elecciones, pero no en un referéndum de independencia en un Estado consolidado de Europa.
De los dos enunciados, la independencia hoy por hoy es un imposible empírico, 2/3 de la población no está dispuesta ni a ir a votar por ella. ¿Eso quiere decir que los nacionalistas perderán el Gobierno de la Generalidad en las próximas elecciones autonómicas?
No, no lo perderán. Ni lo que ello conlleva, dominio de los presupuestos, control de los medios de comunicación, concesión de emisoras y subvenciones, gestión de la escuela e influencia sobre la sociedad civil... En una palabra, los nacionalistas seguirán siendo los dueños de Cataluña. ¿Por qué? No porque los no nacionalistas sean menos; se acercan a los dos tercios de la población. En realidad el fracaso de España en Cataluña no se debe a los independentistas, sino a quienes sin serlo, se abstienen elección tras elección.
Aunque sea una anomalía inexplicable, la sociedad no nacionalista no se movilizó en el pasado, y si no se hace lo debido, seguirá sin movilizarse en el futuro. La respuesta al enigma reside fundamentalmente en la superioridad moral impuesta por el nacionalismo, junto al complejo y falta de autoestima cultural, lingüística y nacional de la Cataluña española, el abandono del Estado y los complejos de intelectuales y políticos ante el victimismo nacionalista. Qué distinto hubiera sido si a la primera de cambio, el Gobierno de España hubiera actuado como ha hecho el gobierno francés con la primera intentona secesionista: Pedir ante los Tribunales la disolución del "Comité para la autodeterminación de la Cataluña Norte" por pretender organizar una consulta independentista en ese departamento coincidiendo con el 9N. Las autoridades francesas consideran que suponía un "atentado a la integridad del territorio nacional".
Pero eso puede cambiar, la encuesta lo atestigua. Por primera vez, esa Cataluña española condenada a ser simple comparsa en su Parlamento comienza a dar señales de vida. El Barómetro Político de Cataluña del Gabinet d’Estudis Socials i Opinió Pública (GESOP) aleja a los partidos secesionistas de la mayoría absoluta y sitúa a los no nacionalistas en condiciones óptimas para romper la omertá parlamentaria catalana. La subida más espectacular es la de C’s. De los 16/17 escaños que le daban las últimas estimaciones (actualmente tiene 9) ha pasado a 23/24, constituyéndose en la segunda fuerza en número de votos (17,8%), a solo 2,3 puntos de CiU (20,1%), y por encima de ERC, PPC, PSC, Podem, la CUP y ICV-EUiA. Mientras que el bloque independentista formado por ERC y CiU obtienen el peor resultado desde 1984, quedándose a 8 ó 10 escaños de la mayoría absoluta. El descalabro mayor lo lleva CiU que ha pasado de 62 escaños en las elecciones de 2010, a 50 en las adelantadas por Mas en 2012, y a los 31/32 que le otorgaba ayer el barómetro de El Periódico. 30 diputados menos, pierde la mitad. Si fuera una empresa, el accionariado hace tiempo que se hubiera cargado al presidente.
La opción independentista erosiona al mismo PODEM. De ganar las elecciones en el barómetro de noviembre, pasa al 5º puesto, perdiendo 12 puntos porcentuales después de que los cargos dirigentes elegidos, Marc Bertomeu y Gemma Ubasat hayan defendido el derecho a decidir y un referéndum de autodeterminación.
No es una quimera. Ha bastado que las televisiones y otros medios dieran cancha a líderes no nacionalistas, para que la Cataluña española se sintiera reflejada en ellos y creyese en su propia existencia. El votar y el rascar, todo es empezar. Pero si el Estado y los referentes intelectuales salen de su ensimismamiento, y toman el dicho de "a Dios rogando y con el mazo dando", mucho mejor. "El ministerio del tiempo" es un ejemplo.