Hay un viejo demonio familiar que confunde una y otra vez el alma de la democracia. Es moneda corriente entre los ciudadanos señalar la poca preparación de los políticos. Y a la sombra de esa crítica aparece el fantasma del rey filósofo como condición para merecer una responsabilidad política.
Vieja cuestión esa del sabio platónico. En la primera utopía de la historia, dejó el filósofo sentado que el gobernante debía de ser el más sabio, aquel que conoce "la verdad". Parece de sentido común, pero la aspiración no tiene mucho que ver con la democracia.
Si nos tuvieran que gobernar los más inteligentes, los mejor preparados y los más justos, no serían elegidos por sufragio universal, sino por criterios científicos y éticos en un concurso público o por oposición. Pero no sería democrático, sino despotismo ilustrado. Frente a él, la democracia aspira a elegir a los mejores, pero la mezcolanza de intereses enfrentados de los ciudadanos otorga mayorías aleatorias. A menudo con resultados fallidos. Es el precio que hemos de pagar por la libertad y la igualdad para decidir quién nos gobierna.
Italia acaba de formar Gobierno y ninguno de sus miembros ha sido elegido en unas elecciones. Son expertos en diferentes materias, ninguno de ellos político. Mario Monti hará las veces de primer ministro y responsable de economía.
La tentación por buscar la excelencia a espaldas del sufragio universal arrastra dos errores básicos: se olvida que la política no es sólo un problema técnico o de eficacia productiva, sino ético y de fuertes intereses confrontados; y dos, si han de ser escogidos entre los mejores para dirigir el país, ¿por qué no para cualquier otro ámbito político? Y si es así ¿qué pintamos los ciudadanos en este festín de una élite de tecnócratas que por lo mismo, también habrían sido elegidos para elegir, sin contar con nuestro concurso? Y una duda, ¿quién nos garantizaría la eficacia y la limpieza de unos tecnócratas que como en el caso de Mario Monti, ha colaborado con el grupo Goldman Sachs, durante el período en que esta compañía ayudó a ocultar el déficit del gobierno griego de Kostas Karamanlis?
Sin duda es preferible ser dirigidos por personas preparadas, pero eso no depende solo de los políticos que se presentan, también, o sobre todo, de los ciudadanos que tenemos derecho a voto. Una sociedad alejada del fanatismo, del partidismo emocional, educada en valores cívicos y partidaria del bien común, seguramente está más cerca de elegir a los mejores. Mientras tanto, puede que tengamos los políticos que nos merecemos.
El próximo 20-N, los españoles votaremos un Gobierno por sufragio universal. Seguro que no estarán los más preparados, pero la República que diseñó Platón donde cada cual debía hacer lo que le era propio para alcanzar la máxima eficacia y la justicia, acabó convirtiéndose en la inspiración de todos los totalitarismos modernos.