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Antonio Robles

Habemus Mesías

El delirio comienza a ser preocupante. Están tan empecinados en negar la realidad.

Todo es fracaso en el anuncio anticipado del presidente de la Generalidad de elecciones autonómicas en Cataluña. Ni son conjuntas, ni son plebiscitarias, ni han llegado a acuerdos concretos, ni irán juntos el conjunto de partidos que hasta la fecha habían sido abducidos por el derecho a decidir. El acuerdo se ha reducido a CiU y ERC para seguir haciendo ficción secesionista. Uno para aprobar los presupuestos, el otro para esquivar la acusación de boicotear la sagrada unidad de la patria si no se avenía a encamarse con el gran timonel y arañar unos meses a la legislatura.

Para revestir el acuerdo de realidad, Artur Mas y Junqueras solo han logrado mostrar su capacidad para hacer de la corrupción del lenguaje su única hoja de ruta. Así nos lo ha vendido el Astucias: "Listas separadas con una hoja de ruta compartida". Y mientras llega el 27 de septiembre, "impulsar y culminar las estructuras de Estado para lograr la transición nacional". Literatura secesionista a la que nos tiene acostumbrado, sin nada tangible y evaluable.

El delirio comienza a ser preocupante. Están tan empecinados en negar la realidad, se rodean tan obsesivamente de sí mismos, se cuentan tantas mentiras, amañan con tanta desvergüenza medios e información, que han convertido el metalenguaje de la secesión en un camelo atrapado en una espiral gravitacional.

La ofuscación del Mesías es tal que ni siquiera es consciente ya de la deslealtad a los estándares mínimos que todo proceso democrático necesita para ser legítimo. Las elecciones las ha convocado para el 27 de septiembre de 2015 y la campaña dará comienzo la vigilia del 11 de septiembre, diada nacional de Cataluña y epicentro simbólico del secesionismo. De ambas fechas se hace responsable y protagonista. Único protagonista. Atiendan por qué:

Es una fecha que es muy simbólica y muy emblemática y que a mí me provoca una satisfacción especial. El 27 de septiembre hará un año que yo, de manera muy simbólica y muy solemne en estas mismas paredes de la Generalidad, firmé el decreto de convocatoria de la consulta que había de acarrear que, por primera vez en muchas décadas, incluso siglos, la población de Cataluña se pudiera pronunciar sobre si Cataluña debía ser un Estado y si Cataluña debería tener un Estado independiente. Eso fue el 9 de noviembre.

La pompa, el tono solemne, la acentuación de las palabras que le servían para enmarcarse en la historia y en los siglos, mostraban sin moderación alguna la vanidad de un pavo real encarnando la gesta del pueblo elegido y guiado por su mano firme a la tierra prometida. Más que nunca aparecía el Mesías, no como metáfora ni mofa, sino como encarnación real de un ser insoportablemente engreído. Su narcisismo esta vez lo ha subrayado en la forma y en el contenido. En el contenido, porque necesitaba el acuerdo de Junqueras para votar los presupuestos, y en la forma, porque él, y solo él, ha querido protagonizar el destino de Cataluña. Todo su ser ya depende solo de la épica. Ítaca, Moisés en el Rojo separando las aguas, numerología histórica, firmas trascendentes. Definitivamente ha sido engullido por su propia propaganda y es incapaz de separar sus intereses políticos individuales de los intereses de Cataluña.

Está cometiendo un fraude democrático, ha convertido la política en un juego de salón donde los problemas reales de los ciudadanos han dejado de importar, sin más responsabilidad que la de un niño malcriado y consentido a quien papá no le dio un bofetón a tiempo.

La campaña electoral dará inicio el 11 de septiembre, pero hasta llegar a ese aquelarre secesionista restan 9 meses para "crear las estructuras de estado" y "el clima adecuado de acción política" que le permitan llegar al 27 de septiembre aupado por los presupuestos públicos de la Generalidad y los medios públicos y privados subvencionados. Un fraude electoral propio de regímenes bananeros.

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