Desde que el PSC decidió ocultar las siglas oficiales PSC-PSOE y engordar el trazo de la "C" de Cataluña, para destacar su compromiso con la identidad catalana por encima de sus ideales socialistas de su letra "S", este partido inició el último tramo para disolverse en el nacionalismo, aunque lo disimule aún con el de catalanismo o cualquiera otra de sus máscaras, como el de catalanismo cívico de última hornada. ¡Con lo fácil que sería decir civismo, si es eso lo que se quiere defender. Palabras, meras fórmulas electorales para justificar su traición a los principios por los que nació y la traición a su base electoral mayoritariamente obrera y castellanohablante.
El último acto ya lo tenemos en escena: CiU, una vez más, lo ha arrastrado al debate identitario a través del "Pacto Fiscal". Pacto fiscal, concierto económico, expolio fiscal; en Cataluña las palabras están para retorcerlas y hacerles decir lo que no es razonable exigir.
El debate económico sobre si Cataluña tiene un trato fiscal injusto y el recurso a las balanzas fiscales, se ha convertido en un debate de sordos. Los defensores de la aplicación de la LOFCA como sistema de reparto legitimado por la norma Constitucional dan argumentos económicos que desmontan la falacia del trato fiscal injusto a Cataluña. A los defensores del hecho diferencial catalán como fundamento para exigir gestionar sus impuestos o, cuanto menos, conseguir un cupo al modo vasco y navarro, los números y las evidencias les importan un carajo. La realidad está para doblegarla ante sus intereses, sean verdaderos o falsos, razonables o no.
No hay que romperse más la cabeza, es inútil dar números, un artículo del catedrático de economía del CSIC Ángel de la Fuente es uno de los últimos intentos de enfrentarlos ante los números, los hechos y el principio de igualdad entre todos los españoles. ¿Y quién le contesta? La responsable de economía del PSC, Rocío Martínez-Sampere en las mismas páginas de El País en que se publicó el primero. ¿Para qué? Para intentar convencernos de que los fundamentos del nacionalismo son el instrumento más razonable para defender los intereses de los ciudadanos de Cataluña frente a los intereses de otros territorios de España. Y ni siquiera se ha dado cuenta de que lo ha hecho. Todo su argumentario, al final, se reduce a esta frase: "La teoría de la solidaridad universal entre seres humanos tiene de facto fronteras que dependen de dónde ejercemos de ciudadanos, de nuestros sentimientos de pertenencia y de cómo elegimos representarnos en gobiernos, sean o no un Estado".
Si aceptamos la primera premisa, "la teoría de solidaridad universal" como criterio para desentendernos de ella porque sólo es posible ejercerla allí donde ejerzamos de "ciudadanos", será entonces el Estado, España, el espacio jurídico político que determine tal solidaridad en nombre de la legitimidad constitucional. Pero la socialista no parece tener claro que sea España el ámbito de solidaridad, sino donde cada cual esté determinado por sus sentimientos de pertenencia. Es decir, sería el sentimiento y los intereses subjetivos de cada cual por encima de un ordenamiento jurídico quienes determinarían las reglas del reparto fiscal. Un galimatías mental puramente nacionalista para argumentar el galimatías mental y las contradicciones de un partido que, desde que nació, no ha hecho otra cosa que servir de mamporrero del nacionalismo. En su peor acepción: "dícese de quien ayuda a otro a joder a terceros".
Por otra parte, el argumentario está contaminado por la otra falacia nacionalista de limitar la solidaridad. Ni siquiera se da cuenta de que no se trata de ser solidarios sino del cumplimiento del principio legal que impone unos criterios de derecho positivo basados en la justicia, no en la caridad.
Todo esto ya no tiene nada que ver con los números económicos, sino con la ideología, con la ideología nacionalista, para ser más exactos. Si los socialistas tienen que hacer encajes de bolillos para atender la llamada de la tribu por temor a quedarse sin clientela, es su problema electoral. Que no lo justifiquen con limitaciones de la solidaridad basada en criterios territoriales. Sólo son excusas para no plantar cara ideológica al nacionalismo y confundirse con el paisaje de moda. Si ese es el problema, sean coherentes, borren la "S" de socialistas del PSC y pasen a decirse directamente PC (Partido Catalán). Seguro que no tendrán porvenir, pero al menos no engañarán a la gente. Tal como está la política, sería revolucionario. Me refiero a no mentir.