Leía con incredulidad el pasado 2 de julio en Crónica Global el artículo "Por qué votaré sí en el referéndum de independencia". No por lo que decía, sino por quién lo firmaba. Su subdirector, Alejandro Tercero, uno de los constitucionalistas más comprometidos, constantes y lúcidos contra el nacionalismo y un defensor insobornable de los derechos lingüísticos hispanohablantes. Esa impronta le llevó a dejar su trabajo de economista en 2008 y fundar junto a su hermano Daniel La Voz de Barcelona, el único digital por aquel entonces nítidamente antinacionalista. Imagínense las dificultades económicas para sostenerlo sin subvención alguna y cuestionado. Esas dificultades les llevaron a fundirse con El Debat, otro digital constitucionalista dirigido por Francisco Moreno con parecidas dificultades, y juntos fundaron Crónica Global.
Hombre culto, apasionado y persistente, Alejandro nunca se amilanó ante la soledad que sufría en las tertulias del régimen. Ni dejó de luchar a brazo partido por defender la nación española sin complejo alguno. Por eso, ahora, de repente, que afirme y argumente que votará sí en un hipotético referéndum de independencia si el resto de españoles permiten que se rompa la soberanía nacional resulta increíble. Después del sofoco, desolación y un regusto amargo a derrota. Es la atmósfera que nos queda a quienes intuimos las razones. De hecho ya las había adelantado días antes en "Esta España no me interesa".
No pasaría de anécdota si ahí hubiera quedado la extravagancia, pero cinco días después, esta vez en El Mundo, Félix Ovejero abría surco con el mismo arado en "Un niño de Biafra camino de desafección". "¿Para qué España?", se pregunta impotente ante la apatía del resto de españoles: "Lo que está en juego no es un problema de catalanes, sino la destrucción del Estado común". Y lo explica con detalle.
Como Alejandro, Félix Ovejero concluye:
No se sorprendan de que ahora, por otros caminos, los catalanes siempre ignorados comencemos a olvidarnos de una España que no es garantía de derechos.
Puedo entenderles, yo mismo dejé a principios de 2021 toda actividad política. Mi compromiso ya es sólo personal. Aunque en mi caso tiene que ver con el agotamiento de Sísifo. Demasiado tiempo, demasiados fracasos, muchas decepciones, y toda la soledad de los pioneros. España solo atiende a sus enemigos.
Puedo entender a Félix y a Alejandro, pero no comparto su desafección. Estoy convencido de que es un grito desesperado al resto de los españoles para que tomen conciencia y actúen. Puedo entenderlo, pero no compartirlo. Los indultos nos han dejado a los pies de los caballos. El mal está hecho. Pero no podemos transmitir que no hay nada que hacer. Félix Ovejero y Alejandro Tercero son un referente intelectual, cívico y ético para la mayoría silenciosa del espacio político democrático que garantiza la España constitucional en Cataluña.
Hay demasiados equidistantes y terceristas dispuestos a justificar su actitud colaboracionista a la menor oportunidad, y ésta es inmejorable. Y también mucha víctima acobardada por el nacionalismo a punto de tirar la toalla después de la felonía de Sánchez con los indultos. Su lucidez despechada no llega al poder político, pero sí a miles de constitucionalistas catalanes invitados a la rendición. Son ya demasiados los que se han ido hartos de tanto abandono.
Todavía hay que hacer mucha, mucha pedagogía en el resto de España. Un ejemplo basta. Lo recogía Público:
El tirón de orejas de Concha Velasco a la "tontería" de Toni Cantó: "En Barcelona no te prohíbe nadie hablar en español".
¿A estas alturas de la película una actriz como Concha Velasco ignora la exclusión de los derechos lingüísticos castellanohablantes en Cataluña? Las divas están sobrevaloradas. O intoxicadas por su ombligo narcisista. Llegan a Barcelona, las adulan, van del hotel al camerino, cenan en sitios guays, se tragan todo lo que les cuentan, y tan centradas están en sus enaguas que no ven ni la limpieza lingüística del callejero. Tema para Cuarto Milenio.