Lo más obsceno del régimen pujolista, el acoso moral al disidente, ha sido una vez más el instrumento utilizado por Artur Mas para expulsar de la patria catalana a las CUP. También ellos son malos catalanes, traidores a la nación, botiflers, enemigos del pueblo catalán. ¡Qué pereza repetir la evidencia! Primero fueron Felipe V, los botiflers, después los Eugeni d'Ors, los Josep Pla, los Dalí, más tarde los firmantes del manifiesto Por la igualdad de los derechos lingüísticos en Cataluña, los de Tolerancia o Foro Babel, Vidal Quadras, Francesc de Carreras o Albert Boadella, el PP, el PSC o C's. De derechas, de centro y de izquierdas. ¡Qué más da! El nacionalcatalanismo no admite disidencia alguna. No importa que te amoldes un poquito, no importa que colabores renegando de cuanto represente España. Si no renuncias a ser para ser lo que te impone la nació pura, tarde o temprano te conviertes en traidor. Ni más ni menos que lo que pasó antes en la revolución bolchevique, o en Cuba, en la monarquía comunista de Corea del Norte, o durante el franquismo. Aunque lo llamen la revolució dels somriures.
Ante la tercera negación de las CUP a su investidura, Artur Mas ha intentado avergonzar a sus diputados para minar su consciencia y excitar su ética patriótica el día de la investidura. Aún espera con el acoso romper el grupo parlamentario y legitimar en nombre de la nació la traición a la democracia. Una manipulación burda de la libertad de conciencia que no tiene en cuenta el respeto a lo votado. ¿No habían quedado que deseaban votar, tener derecho a decidir? Pues las CUP lo han hecho hasta la extenuación. ¡Impostores!
No lo tomen a chirigota, Cataluña es hoy una secta. No es una metáfora. Sin capacidad de crítica contra la camorra que ha gobernado y pretende seguir gobernando Cataluña. La Cosa Nostra siciliana, en catalán se podría traducir por a casa nostra. Si allí la ley del silencio se imponía ejecutando al traidor, aquí se le ajusticia satanizándolo hasta lograr su muerte social. El método de eliminación social es más eficaz a casa nostra. 35 años de exclusión nacional catalanista lo avalan.
Un día u otro veremos a Artur Mas sentado ante un tribunal. Entonces la gente entenderá por qué tanto empecinamiento. Lo ha escrito Jaume Reixach con el conocimiento de causa que ha demostrado a lo largo de los años en El porqué de todo. Ahora el catalanismo, el procés, la revolució dels somriures, el nacionalcatalanismo o como diantres quieran llamar a este manicomio pretende apartarse de Pujol y el pujolismo; cómo si el procés, la fiebre secesionista o la revolució dels sonriures no fueran la consecuencia de las maneras mafiosas, corruptas, acosadoras y del control subvencionado de medios de comunicación y organizaciones gubernamentales camufladas como civiles, de escuelas secuestradas o de iglesias y entidades deportivas manipuladas, que el gran timonel Pujol diseñó, subvencionó y construyó pacientemente a los largo de tres décadas.
Que nadie se llame a engaño, esta sugestión colectiva que se desmorona ahora es imposible entenderla sin Pujol y su omnipresencia; imposible entenderla sin la compra de voluntades y reparto de coimas, en porcentajes de obra pública y eventos culturales (3%), en subvenciones, en cargos y en autoestima supremacista. Y, a su vez, es imposible entender a Artur Mas sin Pujol y su estrecha relación familiar con el padre de aquél como testaferro de éste, y más tarde como valido de su hijo Oriol Pujol, en espera de que éste alcanzara la edad para heredar su legado; ni entender por qué Artur Mas ha quemado todas las naves, incluso las de su propia dignidad, si no es para evitar la cárcel de la familia de los Pujol, de él mismo y del nacionalcatalanismo, que sirve de pantalla invisible para mantener a tanto iluso berreando en Vías y Uves sin darse cuenta de que están viviendo una ficción inyectada en sus mentes noche y día por TV3. Nada distinto a cualquier fase de fascinación de dos enamorados, cualquier fanático del fútbol o un iluminado religioso. Que no se preocupen, es la enfermedad más infecciosa de toda la humanidad. Contra ella nació la libertad de pensamiento. Eso que tanto detesta Artur Mas, a juzgar por su acoso moral a Anna Gabriel y al 50% de cupaires que no están de acuerdo con él.