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Antonio Robles

¡Bienvenida la independencia!

Si el Gobierno se hace el loco ante una resolución parlamentaria de paja y humo, está dando pie a que se incube el huevo de la serpiente.

La independencia será la pócima mágica para todos los males de Cataluña. Un chollo sin igual, lo nunca visto. Pero no solo. También será un bálsamo milagroso para el resto de los españoles.

La sola amenaza de independencia está poniendo en solfa a todos los corruptos. Desde que CiU se ha hecho independentista en serio, la fiebre policial, periodística y política contra la corrupción económica de la familia Pujol y de Artur Mas se ha desatado. ¡No me digan que no es un milagro! Tres décadas de corrupción por doquier, de golpe el socio predilecto de socialistas y populares mide mal la frenada con la independencia y salta por los aires el secreto bancario de los paraísos fiscales de los hijos del nacionalismo.

Bienvenida sea la independencia, alguna cosa tenía que traer buena. A este paso, meteremos en el trullo a tantos nacionalistas corruptos que, con un poco de suerte, no quedarán suficientes para llenar un estado propio. Y con un empujoncito más, a los Bárcenas adyacentes del resto de los partidos políticos. ¡Que no decaiga!

Y mientras, entretenidos en la última simulación. Para los que no sigan el proceso al pie de la letra, se lo resumo en titulares: el derecho a decidir solo es un eufemismo para decidir la independencia. No hace falta que sigan la telenovela catalana para ver cómo se engañan unos partidos a otros y timan juntos a los españoles. Quieren lograr convertir al pueblo de Cataluña en sujeto jurídico y soberano. Un imposible. El artículo 1.2 de nuestra Constitución se lo impide: "La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado". Cosa para ellos irrelevante. Andan tan ufanos que nada les detiene, sobre todo porque confunden la democracia con sus aquelarres. O sea, se lo guisan entre ellos, y en la borrachera unívoca pierden el principio de realidad y la conciencia de la legalidad. Solo visto antes en las gradas del fútbol.

Pero ellos a lo suyo. Lo último de Artur Mas es lograr una consulta sin trascendencia jurídica si no logran un referéndum legal. La bufonada del broncas que se chotea de España, y engaña a sus socios de ERC, no debería tranquilizar al Gobierno de Mariano Rajoy. Permitirles una consulta independentista de valor simbólico sin consecuencias jurídicas es el penúltimo peldaño para que logren la hegemonía social capaz de acelerar la deriva independentista hasta niveles emocionales y numéricos de no retorno. No impedir ese proceso es cometer el mismo error consentido por el TC con el concepto de nación. Creyeron que con dejarlo en el preámbulo del Estatuto desposeído de su carga jurídica se evitaba su carga política. No repararon en que su valor simbólico suplía con creces la falta de alcance jurídico. Un solo ejemplo, de ICV/EUiA: "Cataluña es una nación, y como tal, tiene el derecho a decidir libremente su destino; es decir, a ejercer el derecho a la autodeterminación". Así empieza su "Propuesta de resolución sobre la soberanía y el derecho a decidir del pueblo de Cataluña", en ciernes.

Si el Gobierno se hace el loco ante una resolución parlamentaria de paja y humo, está dando pie a que se incube el huevo de la serpiente.

Y mientras, Alicia Sánchez-Camacho ejerciendo de convergente: singularidad, ordinalidad, agencia tributaria propia y aportaciones de carácter finalista.

El único partido que se comporta en Cataluña con responsabilidad de Estado es C's. Acaba de instar al Gobierno a que recurra ante el TC la admisión a trámite por la Mesa del Parlamento catalán de la propuesta del derecho a decidir. La palanca de Arquímides.

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