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Antonio Poveda

Veinte minutos dan para mucho, Elia Rodríguez

Esta mañana recibí una de las peores llamadas que un compañero y amigo puede recibir.

Esta mañana recibí una de las peores llamadas que un compañero y amigo puede recibir.
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No soy periodista, y menos aún tengo el don de la palabra; posiblemente esta sea la primera y última vez que me permitan plasmar un texto en este medio, como es lógico. Pero no encuentro mejor sitio en el que decirte lo mucho que te voy a echar de menos.

Si de algo me arrepentiré siempre es de que creo que te conocí tarde. En la redacción siempre estabas al final, entre libros, junto a tu compañera de equipo María. Yo estaba atónito, nadie puede leer tanto con todo lo que hay en Netflix, pero mi preocupación no era que te pasases el día leyendo para preparar tus programas; mi preocupación era que, en pleno febrero, seguías morena. Con el tiempo me explicaste que eras así, de esas que pillan el moreno en junio y pasan de soltarlo.

No me apetece hablar de lo profesional que eras, para eso está la hemeroteca y las miles de horas donde lo demuestras.

Un día, sin apenas conocernos y sin motivo aparente, me comentaste que si quería formar parte de una sección muy loca llamada "La Contratertulia" en tu programa Es la Mañana de Fin de Semana. En ella se iba a reunir a lo más consagrado de la casa con taritas, como un Escuadrón Suicida pero baratejo. Y allí, sin darme cuenta, nos encontramos Juanma Gonzalez, Dani Palacios, Jesús Úbeda, María (cómo no) y yo. Veinte minutos semanales que nos hacían creernos los reyes de las ondas. Durante ese tiempo nos olvidábamos del mundo que existía fuera de la pecera, pero diciendo las mayores burradas y chorradas dentro de ella. La frase "NOS VAN A ECHAR" suena en cada uno de esos programas que el oyente puede rescatar en formato podcast. Sí, Elia, podcast, eso que tanto te costó entender, que se puede escuchar desde un móvil. Sí, Elia, eso que tampoco llegaste a entender cómo funcionaba del todo: sabemos que tú y la tecnología nunca os llevasteis bien, pero eso te hacía más especial aún; me fliparía contarte que ahora eres Trending Topic.

Ahora miro mi móvil y me doy cuenta de que tenemos tantas conversaciones y notas de voz absurdas que de ahí podría salir el piloto del mejor programa de humor de la historia.

Estuviste ahí en uno de los momentos claves de mi vida. Pese a que yo apenas podía pronunciar palabra, me decías que solo escuchase. Todos, todos los días, de esos 18, tenía un mensaje, audio o llamada tuya y, justo ahí, justo en esos instantes, me di cuenta de lo que diferencia a las personas especiales de las que no lo son tanto.

Sigo lejos teletrabajando y tu última nota de voz dice: "Pero algún día vendréis Noe y tú a hacernos una visita, digo yo, ¿o ya no te veo más? Joder, eres un desprendido".

Ahora nos has dejado y contigo se marchan esas futuras conversaciones serias y absurdas, se van las ganas de algún día hacer algo juntos, como aquel experimento de podcast, que ya nunca será posible, pero lo que más me duele de todo es esa última frase, que no nos vamos a ver más.

Hasta siempre, amiga.

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