Si hay algo que nos está globalizando de verdad es la histeria colectiva. Como si fuésemos protagonistas en una película de James Bond, la noticia de que el gobierno de los Estados Unidos nos está espiando hasta los correos y MD's de nuestras cuentas sociales, ha hecho que caigamos de nuevo en esa triste patología.
Los más rápidos se han apresurado a colgarse de la solapa de Orwell, que siempre es el más socorrido para estos casos. Para éstos y para todos los demás. Orwell le va igual a un roto que a un descosido. Lo mismo sirve para encumbrar el encefalograma plano recluido en alguna casa como para alzar una indignada e histriónica voz por la violación de nuestra pobre y aburrida intimidad por parte de un perverso país imperialista.
Sin embargo, esta vez y sin que sirva de precedente, hay un efecto positivo en esto de que se apelotone la intelectualidad en la solapa de Orwell. Cuentan que su 1984 está siendo récord de ventas en Estados Unidos y que lleva camino de serlo en otros lugares. Bien. Ahora, al fin muchos van a enterarse de que el término Gran Hermano no lo ha inventado Berlusconi. Bien. Ahora, al fin unos pocos entenderán que ni Orwell ni su solapa hablaron nunca de ciudadanos libres que son espiados sino de personas sometidas al control y a la vigilancia de un poder totalitario que sólo admite el pensamiento único. Porque sí, a modo de bofetón al ataque histérico colectivo, eso es justamente lo que Orwell y su solapa querían denunciar. El totalitarismo y la esclavitud del pensamiento único. La destrucción del pensamiento crítico.
Sólo se espía a los ciudadanos libres, porque es precisamente la libertad la que hace posible y útil el espionaje. Y no es cosa de ahora o de los Estados Unidos o de Internet. Justo cuando Graham Bell sacó al mercado el primer teléfono, otro ya descubrió cómo pincharlo. Espiar lo hacen gobiernos, multinacionales, empresas, periodistas, cornudos y cualquiera de nosotros que tenga la oportunidad.
Se controla y se vigila a las personas que se tiene en cautividad. Y es de eso de lo que habla 1984. De la prisión que supone el pensamiento único impuesto a través del miedo, los mantras, la presión y la desinformación. De lo fácil que le puede resultar a cualquier forma de poder conseguir que todos los seres humanos terminen creyendo con rotundidad que 2 más 2 da como resultado 5.
O, ¿por qué no?, de lo fácil que le puede resultar a cualquier forma de poder convertir a todos los ciudadanos en histéricos personajes ahogados por peligros y amenazas que no existen, que sólo se expresan bajo la corrección política, que únicamente escuchan lo que quieren oír, cuyos valores los fijan vendedores de humo y que sólo aspiran a conseguir resumir su vida en un pegadizo hashtag que se convierta en trending topic y acabe siendo viral.
Viral y mortal de necesidad para la inteligencia, se entiende.
Ana de la Morena, escritora.