La ministra de Sanidad se descuelga con la peregrina idea de que los jubilados con pensiones altas van a tener que pagar más por las medicinas. Como broma, no está mal. Ya es curioso que la tal se llame Dolors. (El calambur no es nuevo. Hubo otra ministra del ramo que se apellidaba Mato). Todo está muy pensado. Se trata de la técnica de comunicación del globo sonda. La suelen practicar ciertos mandamases para calibrar cómo van a caer determinadas propuestas para subir los impuestos. Enseguida se desmiente la primera declaración, sin que aparezca ningún rubor. Pero ya está lanzada.
Intuyo que esta innovación de la tasa progresiva sobre los fármacos va a sentar muy bien en los medios y redes. La razón es que se trata de un principio socialista con el envoltorio socialdemócrata. Es el que domina en la vida pública española y más todavía en el gremio de los periodistas y otros escribidores, incluidos los analfabetos. Razón de más para que lo haga suyo el PP, atento a conservar el poder como sea.
El principio de que "los que más tienen deben pagar más impuestos" se ha aplicado con éxito al llamado IRPF o declaración de la renta. Nadie lo discute ya, puesto que la progresividad parece lo justo. No obstante, fuera de ese caso, resulta confuso y poco equitativo que se aplique a los otros impuestos, tasas y precios políticos. No importa; la idea se extiende. Por ejemplo, se acepta que el pago de las matrículas universitarias (un precio político) se vincule a los ingresos familiares, normalmente los de los padres de los estudiantes. Me parece un disparate, pero la idea sigue adelante. Ya dijo Pareto que la aceptación popular de una idea resulta inversamente proporcional a su grado de racionalidad. Llegará un momento en que el precio de los aparcamientos o los estacionamientos se abone también como consecuencia (ahora se dice "en función de") de su progresividad. El truco está en esa palabra. ¿Quién se va a oponer a lo progresivo? Es claro que nadie quiere pasar por regresivo.
Es notoria la dificultad material de declarar la renta familiar a la hora de pagar un impuesto, una tasa o un precio político. Fuera de tal engorro, resulta discutible que tal medida pueda considerarse como justa. No, no lo es. Bien es verdad que sostener tal cosa me llevará a ser tachado de neoliberal o incluso de fascista. No será la primera vez que me cuelgan los oprobiosos sambenitos. Simplemente, lo que pretendo es utilizar la cabeza para pensar, no para embestir.
Vamos a cuentas. Los jubilados de hoy recibimos una pensión mayor o menor según el empleo que desempeñamos. El cual se graduó en su día según una escala de esfuerzos y merecimientos. Me parece injusto que, después de haber cotizado durante media vida a la Seguridad Social, se penalice ahora el mérito de haber conseguido una pensión más alta. Al menos (ahora se dice "cuando menos") parece un incumplimiento de contrato y quizá una estafa colectiva. No son cosas que impresionen al vecindario, acostumbrado a los abusos más pintorescos.
Se podría aceptar que la propuesta dicha la hiciera un partido de la siniestra política, pero no parece muy elegante que provenga del PP, a no ser que convengamos que se trata de su creciente adscripción socialdemócrata. Todo puede suceder en política, el arte de lo imposible. Seguimos confiando en la taumaturgia del epíteto de social, algo que impulsó con éxito el franquismo. Hasta hubo una policía política represora que se llamó "la social".