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Amando de Miguel

Un país de vacaciones

España no es una potencia turística porque atraiga pacíficas mesnadas de turistas extranjeros, sino porque sus naturales son dados al ocio, la fiesta, la holganza.

En español, la voz vacación se utiliza normalmente en plural, como tantas otras que indican una realidad colectiva y jocunda: las procesiones, los toros, los exámenes, las oposiciones (a funcionarios), las fiestas locales.

España no es una potencia turística, como se dice, porque atraiga pacíficas mesnadas de turistas extranjeros. Es, sobre todo, porque sus naturales son dados a un continuo espíritu de ocio, fiesta, holganza. Nótese que la voz cultura, en la España actual, se suele identificar con espectáculo.

Nos encontramos ahora en los amenes de la pandemia del virus chino. La cuestión que interesa debatir es en qué condiciones se abren los bares, terrazas, chiringuitos y otros establecimientos del ramo, especialmente los del llamado "ocio nocturno". Se supone que la clientela es, sobre todo, castiza.

En la pandemia se tuvo que recurrir, por necesidad, al trabajo o al estudio por vía telemática: cursos en línea, teletrabajo. El público acogió tales innovaciones con buen ánimo, pues facilitaban una mayor disponibilidad de tiempo. Eso es lo que define la naturaleza del ocio. Pasada la gran desolación de la pandemia, no es fácil que los españoles activos (trabajo o estudio) vuelvan al anterior sistema presencial. No se manifiesta tal exigencia, paralela a la reapertura de los bares y otros locales del gremio hostelero. Por lo mismo, una vez reabiertos los bares con plenitud, continúa el gusto por la alternativa impuesta durante la pandemia: el auge de los botellones. La fórmula no puede ser más española: multitud, alcohol, noche, calle y ruido.

En el gremio estudiantil se impone una nueva moda. La celebración de los exámenes significa el momento en el que la turba de los examinados (con independencia del resultado para cada uno) organiza una gran fiesta. El ideal es que medie un traslado a otra localidad, como una especie de recreo, una celebración báquica en exclusividad, lejos de la posible supervisión de la familia. El nuevo ritual se aplica desde los estudios de bachillerato hasta las oposiciones a funcionarios. Diríase que ese final festivo era el verdadero objetivo buscado.

El momento de las vacaciones o del tiempo libre significa zafarse de las obligaciones impuestas por el trabajo o el estudio. El ocio cumple la función de tapar muchos conflictos interpersonales, infidelidades, traiciones. Parece una paradoja; lo es. Encontramos un parecido al entrever la función psicológica del insulto, el uso continuo de palabras soeces. Se trata, con tales expresiones, de evitar daños y conflictos violentos.

La vida española está llena de ilustraciones muy sabias en las que se combina el ocio con la obligación. Este es el caso, por ejemplo, de los liberados sindicales. Afecta a ciertos trabajadores por cuenta ajena en las grandes empresas, incluidos centros de la Administración Pública. Su privilegio es el de descontar horas de trabajo para emplearlas en los menesteres políticos del sindicato correspondiente, normalmente asociado a un partido de la izquierda. Los liberados siguen percibiendo su salario, como si hubieran estado trabajando. No es casual que algunos los llamen "sindicalistos". En el fondo, esta institución significa una especie de seguro, por parte de las grandes empresas, para que los sindicatos más políticos se abstengan de ejercer el derecho de huelga. No deja de ser curioso el parentesco léxico entre huelga, holgazán, holganza y el vulgarismo follar. En otros idiomas cercanos, esas cuatro voces no se parecen.

Lo fundamental es que, para muchos españoles, el centro de la vida no es el trabajo o el estudio, sino los momentos (teóricamente, residuales) del ocio, de la diversión. Divertirse es salirse de uno mismo para encontrar el otro alternativo, el lúdico, el que se aprecia como más auténtico.

Se comprenderá que, si esa actitud se generaliza y se convierte en tendencia o mentalidad, la capacidad productiva de la economía no puede ser muy elevada. No lo será, aunque lo llamemos "resiliencia".

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