Al reabrir un año nuevo, los medios de comunicación suelen recordarnos los aniversarios que son noticia para que cultivemos la memoria colectiva. A pesar de que ahora atravesamos una leve epidemia de gripe, no he visto que nadie rememore que el 2018 va a ser el centenario de un triste suceso: la mayor pandemia de la historia. Fue llamada la "gripe española", aunque ni se originó en España ni aquí tuvo una mayor virulencia. Aunque la gripe o influenza era una enfermedad conocida por los antiguos, nunca estuvo clara la causa que la provocaba. Seguimos ignorándola y continúa siendo una dolencia incurable. Desde luego, los antibióticos nada pueden contra ella. Pero en 1918 el virus fue tan potente que en pocos meses ocasionó la muerte de decenas de millones de personas en todo el mundo. Ni siquiera se paró ante los esquimales, que estuvieron a punto de extinguirse.
La particularidad de la epidemia de 1918 es que atacó sobremanera a los jóvenes, incluidos de modo especial los combatientes de la Gran Guerra (luego Primera Guerra Mundial). La razón es que los jóvenes contaban con menos defensas naturales, al no haber padecido episodios anteriores de la enfermedad. Ese hecho determinó que, con ocasión de la guerra, que también fue muy cruenta, se hablara de la "generación perdida", especialmente los soldados fallecidos de Francia y Estados Unidos. Todavía hoy se repite esa expresión, aunque se haya olvidado su origen, y se aplique a situaciones muy diversas.
En los países beligerantes se procuró silenciar la epidemia, al coincidir con las últimas batallas. No era cosa de desmoralizar aún más a la población. Pero España fue neutral en la guerra y, por tanto, no se planteó tal censura militar. Antes bien, se publicó que el rey, Alfonso XIII, había contraído "una extraña enfermedad", que, por otro lado, en su caso fue benigna. Enseguida fue noticia de primera página en los grandes periódicos mundiales. Lo cual determinó que se hablara de "the Spanish flu", la gripe española. En España fue conocida como el "trancazo".
La voz influenza, que ha pasado a varios idiomas, proviene de la tradición de los alquimistas italianos, que habían observado cierta regularidad en las apariciones de la enfermedad. La explicaron por la influencia de ciertas conjunciones astrales. Todavía hoy algunos especulan que el extraño virus de la gripe, resistente a todos los fármacos, bien podría proceder del espacio sideral. Por lo menos sabemos que la enfermedad suele atacar con especial saña en otoño y en primavera.
La gripe de 1918 se vio favorecida por tres factores extraordinarios: a) el transporte de miles de barcos con soldados y mulos desde Estados Unidos a Europa; b) el hecho de que 1918 fuera un año extremadamente lluvioso, lo cual hizo aún más precaria la situación higiénica de la larga guerra de trincheras en la Europa central; c) el virus se extendió por todo el mundo con una rapidez inusitada. Se debió quizá a las frecuentes borrascas y a las aves migratorias.
Como queda dicho, la incidencia de la gripe de 1918 no fue especialmente aguda en España,pero, aun así, en pocos meses perecieron cientos de miles de persponas. Así pues, la mortalidad de ese suceso fue bastante más intensa que la de la guerra civil veinte años después. Desde luego, la guerra civil no produjo nunca "un millón de muertos", como tópicamente se dijo.
El recuerdo del centenario de la gripe española nos debe servir para reflexionar sobre ciertas dolencias de tipo contagioso que se desarrollan en forma de epidemia, y de las cuales sabemos todavía muy poco. Hoy por lo menos hemos podido aislar y fotografiar el virus de la gripe, feo como él solo.