Y tienen razón. Todos los candidatos en liza nos aseguran que, si ellos ganaran las elecciones, gozaríamos de más subvenciones, mejores servicios públicos, más ayudas a las empresas, más subsidios a los trabajadores. Todos han descubierto ahora el Estado del Bienestar, algo que en España empezó con la Restauración y siguió con los regímenes posteriores. Lo que ocurre es que cada vez se exige más (se inventan nuevos derechos) y cuesta más. Los programas protectores del Estado se extienden ahora a los inmigrantes y refugiados. Es lógico que sea una población creciente en toda Europa.
Circula un error de concepto entre los equipos que diseñan las campañas electorales. A saber, la creencia de que el Estado (a través del Gobierno) crea puestos de trabajo, simplemente con más gasto público. Es un dislate económico, pero nadie se apea del burro. Se trata de un argumento que consuela mucho. No importa que haya fracasado en los países del llamado socialismo real. La izquierda dirá que ese no era el verdadero socialismo.
El disfraz socialdemócrata sirve muy bien a la derecha para ocultar su complejo de que favorece a los ricos. El mismo ropaje conviene a la izquierda porque así tapa su vis totalitaria. Como todos pasan por socialdemócratas, se colige que se podrán entender fácilmente para formar Gobierno. Pero las cosas son más complejas y realistas. El PP no se fía de C’s (sus hijos descarriados) y menos aún del PSOE (sus adversarios históricos). Albert solo pactará con el PP si desaparece Mariano, y con el PSOE si se esfuma Pedro. A su vez, el PSOE no se juntará nunca con un falso socialdemócrata como Pablo Manuel. El cual sólo se avendrá a razones si él logra más votos que Pedro y por tanto se instala en la Moncloa. Y luego dicen que no les importan mucho los "sillones" del poder y que no van a trazar "líneas rojas" en las negociaciones. Muchos hablan de la “gran coalición”, pero habría que hablar alemán.
¿Cómo se va a resolver el pandemónium? Solo si reconocen todos que el anhelado Estado del Bienestar no se va a poder pagar. Si se pusiera un impuesto para los ricos, los capitales emigrarían a otras playas con banderas azules. Las rojas ahuyentan a los veraneantes.
Es muy bonito que todos los trabajadores y los inmigrantes dispongan de una vivienda con la ayuda del Estado. Por lo mismo, todos los estudiantes universitarios dispondrán de beca y podrán hacer prácticas remuneradas. Para lo cual no se exigirá mucho esfuerzo, con el fin de no discriminar a los pobres. Pero seguiremos en las mismas. Todo eso no hay quien lo pague.
En todo caso, la apetencia de un munificente Estado de Bienestar se podría conseguir contando con una productividad alta y creciente. Desgraciadamente, en España nos encontramos muy lejos de tal situación. Así que no cabe más recurso que subir los impuestos. El arte está en convencernos de que los impuestos no son tales y, además, los pagan otros.
En consecuencia, se vislumbran muchas frustraciones individuales y colectivas. Las cuales son una simiente de violencia. La cosa está estudiada.
Si todos los políticos se muestran socialdemócratas, ¿por qué son antagónicos? Muy sencillo. Aparecen las pasiones del alma. Los candidatos de los distintos partidos se desprecian y se odian. Es natural; todos quieren sentarse en el banco azul, que solo hay uno. Quien logre apoltronarse en tal asiento saldrá mucho por la tele y tendrá la vida asegurada.