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Amando de Miguel

Sobre la prensa digital y otras provocaciones

Cunde un peligro: que no pasemos de los titulares, de las imágenes. Viene a ser una regresión infantil.

Realmente ya no existe un artilugio llamado prensa y tampoco se imprime sobre papel más que una fracción minúscula. Muchas noticias, opiniones y vídeos que nos interesan aparecen en una pantalla. Son los digitales. El nombre es un tanto caprichoso, pero ha quedado así. Por cierto, Libertad Digital fue uno de los primeros periódicos digitales; hoy disponemos de una turbamulta de ellos. Súmense los blogs y todo tipo de escritos que se nos meten en nuestro correo electrónico para que los pinchemos.

Los lectores nos hemos acostumbrado a enterarnos de las noticias y opiniones con otro talante. Observamos titulares o fotos y pinchamos los que nos gustan para enterarnos un poco mejor. La tarea empieza a ser una adicción, algo así como los pinchos de los bares. Cunde un peligro: que no pasemos de los titulares, de las imágenes. Viene a ser una regresión infantil.

Una peligrosa tendencia de los digitales es la de parecerse cada vez más a las revistas y programas "del corazón". Es decir, la atención se centra cada vez más en las celebridades efímeras, valga el oxímoron, en la exhibición de sus cuerpos, caras, atuendos. Me sobresalto muchas veces con la noticia de que se acaban de divorciar dos personalidades esculturales, de las que ignoraba que formaran pareja. Es más, ni siquiera sabía de su existencia. Tampoco acabo de comprender a qué se debe su fama. Pido perdón por no estar al tanto de tales famosidades. Uno no pasa de ser un aburrido profesor, y encima emérito, un título más bien despreciativo.

Además de los ídolos del corazón, la prensa digital se centra en dos tipos de personalidades: políticos y futbolistas. Tal relevancia me parece desproporcionada. Seguimos con los excesos cordiales. Se echa en falta un tratamiento más generoso de las ideas, los procesos, las tendencias. Por tendencias no entiendo las modas o manías caprichosas sino aproximadamente lo contrario: lo que discurre lentamente y seguro pero condiciona la vida de mucha gente. Comprendo que todo eso exige mucho esfuerzo de lecturas y análisis.

¿Por qué la obsesión por la política o el fútbol? Porque se ofrecen como el juego apasionante de lo que se llama "suma cero". (El nombre es horrendo; lo siento). Es decir, si uno gana, el otro pierde. Eso produce emoción y ansia de vaticinar el resultado, de apostar, de comprobar que uno tiene razón. El juego permite que el lector se alinee de un lado o del otro de la pugna. Es un placer infantil y eterno. Los ídolos de la política o el fútbol parecen señalados por los dioses.

Ahora hemos dado con el falso principio igualitario de que todo el mundo puede opinar sobre cualquier cosa. No hace falta entender mucho sobre el asunto. De ahí el caos que se instala en el género de la opinión de los medios. No obstante, se puede separar muy bien el grano de la paja. Una buena pieza periodística de opinión, en el papel o en la pantalla, es la que te hace pensar. Es la actividad más humana que existe. Lo contrario sucede cuando la pieza periodística le deja a uno indiferente.

Una buena información u opinión es la que provoca que alguien con poder o influencia se moleste con su publicación y sin embargo no pueda acudir a los tribunales. Pocas veces se logra tal ideal. Las peores piezas del género son las que se escriben al dictado de algún señor o ente poderoso.

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