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Amando de Miguel

Secuelas de una sentencia salomónica

La pretensión de Vox de procesar al presidente de la Generalidad catalana tiene toda la lógica.

La pretensión de Vox de procesar al presidente de la Generalidad catalana tiene toda la lógica.
EFE

Los recientes sucesos de la Cataluña en llamas se desprenden del fallo del Tribunal Supremo sobre el intento de sedición en Cataluña a través de una declaración de independencia manifiestamente ilegal. Se trata de una histórica sentencia judicial de cerca de medio millar de folios después de dos años de trabajo para juzgar a los conjurados. Muy cara nos resulta esta judicatura. Al final hemos asistido atónitos al parto de los montes, que decían los antiguos romanos. Es decir, tanto esfuerzo, tamaña dedicación de los egregios togados, para no satisfacer a nadie, excepto al Gobierno y sus hoplitas. Naturalmente, todos acatan la premiosa sentencia, pero solo un minúsculo partido testimonial, Vox, se ha atrevido a impugnarla.

No quiero decir (Dios me libre) que la sentencia sea injusta. Bastante tengo con sospechar que sus consecuencias van a ser infaustas para la salud democrática del honrado pueblo español. De momento, el fallo del Tribunal Supremo está contribuyendo a la agria división de los españoles en dos bandos irreconciliables, más o menos los de la última guerra civil. Ya es contumacia. Son muchos los españoles asombrados del precedente judicial que ha sentado doctrina: proclamar la República Catalana no es un acto de rebelión contra el Estado o la Constitución. Sus fautores no pasan de participar alegremente en una intentona de sedición contra el orden público, más o menos el prólogo de las recientes algaradas de Cataluña. Baste decir que el presidente de la Generalidad ha participado del piquete que ha detenido el tráfico en una autopista.

Pero lo peor no es la distinción jurisprudencial que digo, sino el probable resultado de que los condenados por el famoso juicio no van a cumplir las penas. Nadie piensa que los condenados por sedición se vayan a reinsertar o arrepentir, ni nada parecido. La gran paradoja es que los republicanos catalanes, lejos de amilanarse, se envalentonan y arman la de Dios es Cristo. Porque, desengañémonos, las airadas protestas del catalanismo político han sido alentadas por las mismas autoridades de Cataluña, que tendrían que haberlas contenido. De ahí que no carezca de lógica la ingenua pretensión de Vox de procesar al presidente de la Generalidad catalana.

Por otra parte, aunque de momento no impresionen mucho a las autoridades las algaradas de los separatistas catalanes (ellos se consideran patriotas), más bien pasarán a la Historia como cobardes, acollonados. No se parecen mucho a los republicanos irlandeses de hace un siglo. Esos sí que protagonizaron una auténtica lucha por la independencia de su pequeño país, bien que extraordinariamente sangrienta. Aun así, fueron tan inteligentes que no intentaron sustituir el idioma inglés por el gaélico irlandés. Está claro que Torra no es, ni remotamente, el De Valera catalán.

Lo más notable de la mencionada sentencia del Tribunal Supremo es que parece dictada por el Gobierno de España, al menos a su gusto. Sin embargo, esa jugada, lejos de conducir a la ansiada mayoría absoluta del doctor Sánchez en las inminentes elecciones, va a precipitar una amarga derrota. Nótese que él se imaginaba que los republicanos catalanes le irían a facilitar el Gobierno. Tarde piache, que diría Sancho Panza. Antes de llegar a tal benévolo desenlace, los catalanistas se han echado al monte, una vez más. Bueno, ahora es a las calles del Ensanche barcelonés.

Circunstancialmente, ahora se hace patente el error de haber traspasado a la Generalidad catalana las competencias de la administración penitenciaria. Ninguna otra región ha conseguido tamaño privilegio. Ya se ve que no ha servido para acallar la instalación de los republicanos catalanes en el poder de su región. Antes bien, un enjuague tal ha propiciado el levantamiento catalanista. Se dice hiperbólicamente el "tsunami democrático". Tampoco es que los separatistas sean un modelo de unidad. La prueba es que todavía no se sabe bajo qué bandera se amparan. ¿Es que no les basta la señera cuatribarrada de la vieja corona de Aragón?

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