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Se ha instalado la hecatombe

Hace un mes pronostiqué que pronto se comprobaría que estarían en el paro o en la quiebra la tercera parte de los efectivos de la población activa.

Cunde ahora un método de escribir artículos. Consiste en cortar y pegar (casi) todo lo que se ha publicado en la internet sobre el asunto. El resultado es lo que se llama blurring in complexity, es decir, confundir a base de aportar la mayor complejidad posible. Es todo lo contrario de lo que aconsejaba Guillermo de Occam (quien, por cierto, pereció en la peste de 1350). El método que digo es muy fácil de seguir, pero no es precisamente el que yo practico; entre otras cosas, porque con el corta y pega todo adquiere la misma relevancia. A través de él se cuelan perfectamente todas las propagandas y mendacidades. Lo mío es más simple. Consiste en dar mi impresión personal sobre el asunto del que se trate, aunque pueda estar equivocado.

Al parecer, entramos en una profunda desaceleración de la economía mundial. Se trata de un eufemismo tranquilizante, pues si se desacelera es que todavía mantiene una alta velocidad; y no es eso. Tampoco vale lo del crack (colapso) de 1929, pues ahora es mucho más rotundo. Desde luego, sus efectos superan con mucho a la crisis del petróleo de 1973 o a la crisis financiera de 2007 (que en España decimos de 2008, pues el Gobierno español tardó en reconocerla). La consecuencia es ahora tan estremecedora que mejor podríamos hablar de hecatombe (el gran sacrificio para los antiguos griegos). No creo exagerar si digo que pronto nos recordará a los españoles los años del hambre del periodo subsiguiente a la guerra civil de 1936.

Hace un mes, en esta misma página, pronostiqué que pronto se comprobaría que estarían en el paro o en la quiebra la tercera parte de los efectivos de la población activa. Todavía no hemos llegado a esa situación, pero más bien por un artificio estadístico. El Gobierno que soportamos (en el doble sentido, moral y fiscal) es un artífice de la propaganda; preciso es reconocerlo. Lo de Goebbels era poca cosa.

Nos llegan noticias inquietantes, aunque se venden como triunfalistas. Alemania ha decidido levantar un maratón televisivo a través de la presidenta de la Comisión de la Unión Europea, o como se llame. El Gobierno español, tan complaciente, ha aportado 125 millones de euros. ¡Pues vaya un Plan Marshall que nos espera! Ahora son los países pobres de Europa los que deben ayudar a la próspera Alemania. En este caso se trata de allegar fondos para que los laboratorios alemanes investiguen sobre una posible vacuna contra el virus chino. Es inútil; lo más probable es que la vacuna, o mejor, el tratamiento, se desarrolle en la propia China, quizá en Israel o en los Estados Unidos. Desde luego, no veo a los científicos españoles de la comisión de expertos patentando la ansiada vacuna. Ojalá me equivoque.

Aquí estamos a otra cosa. Ante la pavorosa hecatombe económica, se ha constituido una comisión parlamentaria de reconstrucción. Ya dije que la palabreja la empleó Stalin hace casi un siglo. La cabra tira al monte, pues el secretario de la citada comisión es un comunista de la rama latinoamericana. Hay que imaginarse, pues, en qué va a consistir la reconstrucción. Antes habrá que destruir el país, como hizo Stalin. No digo nada del presidente de la comisión, un tal Pachi López, un apparatchik sin ningún contacto con la economía productiva, que ni siquiera concluyó la carrera de perito industrial. Habían comparado la citada comisión con los Pactos de la Moncloa de 1977. No hay más que contrastar el apabullante currículo del economista Enrique Fuentes Quintana, el artífice de los Pactos de la Moncloa, con el del tal Pachi López.

Ante la pavorosa hecatombe que ya se otea, cabe una primera opción, por lo que a mí me corresponde opinar. Habría que dibujar una gran encuesta nacional para averiguar cómo se van bandeando los distintos estratos: empresarios, directivos, profesionales, trabajadores, funcionarios, amas de casa, jóvenes, jubilados, etc. No tenemos mucha idea de cómo nos vamos a defender todos de la gran adversidad que se nos echa encima. ¿Cómo va a afectar a las relaciones interpersonales, a la familia, a la economía sumergida, etc.? ¿Cómo hemos quedado de malheridos económica y vitalmente los supervivientes de la pandemia del virus chino? Es un dato imprescindible para que pueda operar la citada comisión. No sería conveniente que la encuesta la levantara algunos de los institutos que hacen encuestas electorales, pues se requiere un método mucho más interpretativo. No se trata de inferir una conducta general, como la típica de un comportamiento ante unos comicios. Nada de porcentajes con un decimal. Sostengo que la iniciativa de la gran encuesta la debería tomar algún partido de la oposición para que no hubiera sospechas de propaganda. Se tendría que hacer con la máxima independencia profesional. Sin un instrumento así, y otros parecidos, todo lo que se diga no va a pasar de farfolla.

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