Federico Jiménez Losantos me recuerda el aporte que hice yo en su día sobre el politiqués, el lenguaje de los gerifaltes del felipismo. Considera el del Tremedal que ahora habría que llamarlo simplemente el tontés. Es cierto, el nuevo lenguaje ya no tiene ni gracia. No llega a dialecto, pero se impone, que es lo grave. Las tonterías se convierten en lugares comunes.
El gran progreso es ahora el llamado ‘lenguaje inclusivo’, que, desde luego, bastante tonto es. Lo peor es que no siempre resulta coherente. Los jefes y jefas podrán decir "todo y todas", pero jamás oiremos hablar de "nosotras mismas, las expertas, las paradas, las autónomas, las enfermas". Lo del femenino genérico no se expresa en determinadas locuciones; ignoro por qué. Es una ambigüedad que me pone nervioso. Comprendo que partido político es una denominación machista; por eso el arbitrio de ‘Unidas Podemos’ (del verbo poder, no de podar). Pero si los partidos se feminizan se tornan en partidas, que entonces se merecen el marbete.
La portavoz lenguatona, María Jesús Montero, se despacha con soltura diciendo "conciente", "asoluto", "cónsur" o "diputaos", y eso que se ve que la mujer hace un esfuerzo en pronunciar, como la señorita Doolittle. Le quita bonitamente la ese a todos los plurales, lo que lleva a ciertas confusiones. Puede que para las comadres granaínas ese lenguaje resulte algo muy familiar, pero a los de Despeñaperros para arriba se nos hace duro de oír; no digamos a los extranjeros.
Claro que peor es atender al razonamiento de la ministra Calviño, en perfecto castellano, cuando sostiene que la crisis económica que se nos echa encima va a ser "de alcance limitado". Será para ella, que ya tiene el cocido asegurado de por vida. Para el grueso de la población el alcance va a ser mayúsculo, quizá el más grave de la historia. No sé si pronto vamos a ver extenderse el lenguaje de los símbolos: sacar la bandera blanca a la venta para indicar: "Aquí ya no tenemos comida". Menos mal que en España dispondremos de la renta mínima garantizada, un descubrimiento de los regímenes comunistas, que asegura la ruina total.
También nos dijeron al principio de la epidemia que en España no nos iba a afectar, y luego ya se ha visto que hemos batido el récord mundial de fallecidos per cápita. Luego está lo de la ministra de Ecología o algo parecido, quien sostiene que, si Portugal ha sufrido menos con la epidemia, es porque "está al occidente, y el virus procede del oriente".
La cuestión no es que si este o aquel pronuncia bien o mal el castellano. Lo peor son las expresiones mostrencas que se nos cuelan como una especie de falsa sabiduría popular. Por ejemplo, lo de "ha venido para quedarse", que se suelta en cada conferencia de prensa que se precie. O lo de "hay que remar en la misma dirección" o "no hay que bajar la guardia". No sé de ningún remero que bogue en la dirección opuesta, ni siquiera en el estanque del frenopático; tampoco se registra el caso de los dispuestos a subir siempre la guardia.
Luego está el abuso de las cantidades difusas, los módulos indefinidos. El doctor Sánchez confunde el billón con el trillón. El doctor Simón se hace un lío (premeditado, claro) con las estadísticas de afectados y de fallecidos por el virus chino. Que no es virus corona, pues ese es un genérico del que hay varias especies. Lo que no se puede admitir en castellano es la inversión corona virus, con el adjetivo por delante. Por cierto, lo de corona es porque, al principio, se vio esa especie de halo que rodeaba al virus, pero era una fotografía plana. Luego se comprobó que, en tres dimensiones, se trataba más bien de un erizo o una castaña.
Sobre la inconsecuencia de los módulos difusos dígame qué significa lo de pequeña y mediana empresa. ¿Por qué van siempre juntas? ¿Cuál es el límite entre una y otra clase, si es que lo hay? Tampoco acierto a distinguir el límite entre el corto, el medio y el largo plazo. Y es que el tontés se hace precisamente para confundir. La cosa es repetir sintagmas sin sentido; es lo que confiere prestigio al discurso. Ahora se dice "relato", que es como más literario o intelectual.