Un asunto menor es el de la representación gráfica de datos estadísticos a través del diagrama conocido como la tarta o los quesitos. Es el más popular. José Antonio Martínez Pons insiste en que "entra por los ojos". Discrepo. Entrará por los ojos pero de manera distorsionada. No voy a repetir el argumento geométrico. Simplemente el ojo calcula muy mal el área de un sector.
Escolástico Solano se irrita por la profusión con que se echa mano de la muletilla de "¿vale?" en las conversaciones corrientes. La verdad es que resulta exasperante, pero tiene alguna explicación. Al hablar por teléfono (que es ya la conversación más frecuente) no vemos al interlocutor. Por tanto, se hace difícil darle a entender cuándo termina nuestro párrafo. Por eso resulta útil el "¿vale?". Es el equivalente castizo del universal "¿OK?" (pronunciado "oquey"; los cubanos dicen "ocá"). Personalmente me vengo de ese maleficio con el recurso del "vale" latino con el que despido mis mensajes de Facebook. Significa "cuídate".
Varios libertarios se unen para protestar por la alegría con que se ha utilizado en los medios la palabra aforo al referirse a la tragedia del Madrid Arena. La definición correcta es "la capacidad de un local medida en número de personas". Debe entenderse que se trata de la capacidad legal, la que se considera segura. Por tanto, resulta confuso que se diga que en el Madrid Arena "se sobrepasó el exceso de aforo", como recoge Rodolfo Martín Muñoz de una noticia de La Sexta. Como señala José L. Martín Tordesillas, otras fuentes periodísticas titulan que "aumentó el aforo hasta 20.000 personas". No; el aforo era de 10.000, vamos a suponer. Sea el que fuere, no se puede sobrepasar ni aumentar.
El asunto polémico está en que, a través del lenguaje público, se pueden cometer gruesos errores. Ignacio de Despujol y Coloma cita el caso de una carta que le ha enviado Nuevas Generaciones del PP. "Me dicen que están muy satisfechos porque este año se ha doblegado (¡) el número de participantes en un concurso literario". Si eso dicen los que van a premiar al ganador, habrá que imaginarse la calidad de los trabajos presentados.
Los errores son también propios. En alguna tertulia dije que la palabra matrimonio aludía curiosamente a la madre, no al padre. Eso es en latín, pero se me calentó la boca y añadí que también en francés y en inglés. Gabriel Ter-Sakarian me corrige fraternalmente: "La palabra francesa mariage no viene de mère (madre) sino de mari (marido)". Pido perdón por el dislate. Sigue siendo cierto que, en el origen latino, matrimonio significa algo así como "la responsabilidad de la madre". Todo para concluir que, si no hay una mujer y un varón, no es matrimonio sino otra cosa. La polémica está servida porque la ley dice lo contrario.
Menos polémica hay con el uso desmedido que hoy se da a la palabra familias (personas unidas por parentesco) cuando se debería decir "hogares" (familias que residen en un domicilio). No sé por qué familias sustituye a hogares en casi todas las declaraciones del lenguaje público. El hogar da una sensación de unidad económica, de ingresos y de gastos. Puestos a detectar errorcillos gramaticales, uno muy frecuente es la frase "yo soy de los que digo". ¿Tan difícil sería enunciar "yo soy de los que dicen"? Que no se me aduzca que la cosa es nimia. Cuando se produce una incoherencia en el habla es probable que afecte a la conducta.