Se anima la polémica sobre las posible reformas políticas o constitucionales. Sigo echando mi cuarto a espadas, pero antes anoto los escolios de algunos libertarios más vocales.
José Luis Martín Tordesillas comenta que, en los puntos de la posible reforma constitucional, se me ha olvidado uno fundamental. A saber, la declaración de la lengua española como la oficial de España. Fue una innovación de los constituyentes de 1931. Hasta entonces, a nadie se le había ocurrido tal arbitrismo. Lo copió la Constitución de 1978, y ha sido un desastre. No soy partidario de una declaración solemne sobre la lengua o la religión de los españoles. Las leyes ordinarias deben garantizar el uso y la enseñanza de la lengua y la religión mayoritarias de los españoles, por razones históricas y de convivencia. Sobre la polémica artificiosa de castellano o español para etiquetar la lengua mayoritaria, me remito a lo escrito aquí tantas veces. La aparente ambivalencia es lo mejor.
Eduardo Fungairiño –vir bonus dicendi peritus─ propone unos puntos interesantes de la posible reforma política: 1) desaparición de los municipios menores de 5.000 habitantes, integrados en las correspondientes mancomunidades; 2) eliminación de las regiones uniprovinciales, con la posible excepción de Navarra; 3) desaparición de los Tribunales de Cuentas, Defensores del Pueblo y Consejos Económico-Sociales de las regiones, entre otros organismos. Aplaudo las tres ideas sencillas, que aligerarían mucho el presupuesto público. Añado que interesaría ir un poco más allá y eliminar los Parlamentos regionales y el Senado.
Jesús García Castrillo me asegura que a los chicos de Podemos no les gusta nada la analogía con Hitler que yo he trazado aquí. Prefieren el paralelismo con el padre Llanos, capellán que fuera del Frente de Juventudes y después comunista. Pero yo no tengo la culpa que el movimiento o frente de Podemos muestre similitudes con los nazis. Incluso últimamente han expresado su simpatía por los terroristas palestinos y por tanto aversión a los judíos. Señala don Jesús que "el chaval [de Podemos] parece San Virginio del Santísimo Sacramento". Traté al padre Llanos, un hombre admirable, muy alejado de San Virginio.
J. C. Noches comenta mi comparación de Podemos con los nazis: "Su análisis es un insulto para cualquier estudiante con conocimientos de historia contemporánea". Me gustaría que me razonara don o doña J. C. ¿Por qué irrita tanto en España que se hagan comparaciones? Las comparaciones históricas sirven para prevenir. Un movimiento o frente como Podemos debería estar fuera de la ley. Es evidente que no es partidario de la democracia, aunque se sirva de ella; lo mismo que Hitler.