Me siento un tanto escéptico respecto a la tesis oficial del llamado "cambio climático", para empezar por esa expresión, que es un tonto pleonasmo. Claro que el clima cambia, por definición, como se alterna la sucesión de los distintos meteoros. En el espacio todo se mueve.
Si por cambio climático se entiende que la Tierra se está calentando, seguramente será verdad. Ahora bien, es más por un efecto cíclico natural desde el siglo XVII, al menos en el continente europeo, donde existen registros termométricos bastante antiguos. Me parece una inaguantable soberbia etnocéntrica la explicación de que tal calentamiento se debe a la actividad humana, sobre todo industrial. Si lo que se quiere decir es que cada vez llueve menos, mis dudas aumentan. Tengo hecha esta pequeña observación: en España, desde hace siglo y medio, la cantidad de lluvia caída oscila cíclicamente. Los picos corresponden a las épocas de bonanza económica. Pero la línea de tendencia se hace paralela al eje cronológico, luego no es verdad que cada vez llueve menos. Sospecho que, como la principal fuente de lluvia es el Sol, la cantidad de agua que se precipita sobre la Tierra es más o menos constante para lapsos amplios. En unos lugares habrá secas y en otros, torrenteras.
No me resisto a dejar de comentar una anomalía en los mapas del tiempo climático que dan por la tele. En TVE ahora se aprestan a dar pronósticos para todo el mundo, lo que me parece un alarde de cosmopolitismo. Pero lo curioso es que, al mostrar el mapa de meteoros para España, oculten bonitamente lo que ocurre en Portugal. La cosa no puede ser más cateta. Es evidente que los vientos que vienen por la parte lusitana son los que normalmente traen humedad a la meseta castellana.
Desciendo al caso particular, no ya de España, sino del lugar donde me ubico, la Sierra madrileña. La precipitación de agua (y no digamos de nieve) se ha hecho mínima en los dos últimos años, a la vez que la temperatura se nos hace más bien templada. Pero lo llamativo es observar la consecuencia de esa sequía para la naturaleza. Vivo en medio de ella, así que no me parece un resultado de la contaminación urbana.
Ya en el invierno pasado resultó sorprendente que las lagartijas siguieran vivitas y coleando, a pesar de la notable escasez de insectos. La cual ha continuado hasta hoy. Se añade la insistente particularidad de que, a la altura de noviembre, se ven algunas avispas y otros animalitos de seis patas. Es natural, porque, anunciado el final del otoño, asoman algunas plantas silvestres que florecen con alegría. Esos son los verdaderos indicios del cambio climático que padecemos los españoles de esta latitud, no solo la escasez de lluvia. Lamento que los programas meteorológicos (sin duda los más vistos de la tele) no informen sobre todas estas minucias. Deberían recordar la sabiduría popular: "Cada cosa a su tiempo, y los nabos en Adviento".
Otro dato que me resulta inexplicable. Este verano fue particularmente cálido en el pueblo donde voto y pago impuestos. Pero la sorpresa fue que las cigüeñas del campanario de la iglesia decidieron emigrar, ignoro con qué destino. No creo que el calor las empujara a huir, sino los pocos animalitos para comer. Todo está relacionado con todo: eso es el clima.