Se dice pronto. Los padres de la patria se han pasado más de dos meses negociando a mesa y mantel con cargo al contribuyente. Han sido incapaces de llegar a un acuerdo satisfactorio y duradero. ¿Por qué? Muy sencillo. Frente a las enfáticas declaraciones de que lo primero no son las personas sino las políticas, es más cierto todo lo contrario. Han necesitado de luengas semanas, de largas vigilias etílicas para repartirse el pastel. Un nuevo Gobierno significa una pirámide de cargos que hay que otorgar a los amigos, conmilitones y fieles. El poder político no es más que un maravilloso juego de válvulas para conducir el flujo de hacer favores a cambio de votos. A su vez, cada nuevo alto cargo lo es porque puede nombrar a otros intermedios. Si no existe el puesto, se inventa uno de asesor o de archimandrita in partibus infidelium. Se comprende que tales cabildeos insuman tanto tiempo. Es imposible contentar a todos. Y eso que el primer acuerdo al que han llegado los padres conscriptos es que hay que gastar más dinero del erario. Dicen que es para crear más puestos de trabajo. ¡Angelitos!
La circulación de las elites que se produce con un cambio de Gobierno, o más bien de partido, significa también cómo asegurar el destino de los que abandonan de mala gana la fiesta. Para eso está lo que se dice ahora puerta giratoria. Los franceses lo llamaron pantouflage (darle unas zapatillas cómodas). Se trata de un buen retiro, o mejor, de pisar los despachos de los altos directivos empresariales. Ese es el sueño de los políticos, sobre todo los de izquierdas.
De momento, el ritual de las largas negociaciones ha supuesto un buen convite. "Reunión de rabadanes, oveja muerta", decía el pueblo antes de ser ciudadanía. No pueden disimularlo, lo que de verdad les mueve es llegar a mandar. Por lo menos los de Podemos lo han hecho explícito: "Yo quiero ser vicepresidente", declaró entusiasmado el del esmoquin. Lo malo es que son varios los que ansían tal cargo. ¿Por qué los llamarán cargos?
Por muchas que sean las entradas del Fichero de Altos Cargos, hay muchos más solicitantes. Solo cabe una solución: ampliar el elenco. ¿Por qué no dos o tres vicepresidentes, como en Cataluña? Y nuevos ministerios, como el de "la Cultura", que dijo Sánchez. Podría llamarse mejor el Ministerio de las Subvenciones, como anticipo en mi nueva novela. También cabe el Ministerio de las Multinacionalidades, según Pablo Manuel Iglesias. Podría crearse el Ministerio de la Regeneración Democrática" o el de la Renta Básica para Toda la Humanidad. Luego está la pedrea de las nuevas comisiones para todo: redactar un proyecto de Constitución, implementar la memoria histórica, reconvertir el Valle de los Caídos, etc. Las negociaciones no han hecho más que empezar. Las negociaciones son negocios, y de los pingües.