Lo primero es reconocer que el virus de la actual pandemia procede de China. Es en ese país continental donde se puede averiguar mejor su origen, estructura y eventual tratamiento. La vacuna sería un objetivo secundario, pues lo más probable es que el condenado virus mute caprichosamente. Pero la posible y deseable terapia para todas las cepas del virus es asunto de alto interés para la humanidad. No podemos consentir que China por sí sola se precipite a disponer del monopolio de ese tratamiento, aunque solo sea por cuestión de seguridad. De momento, China se ha convertido en el principal exportador de medios clínicos para la prevención y tratamiento de la epidemia.
En España se impone la pronta constitución de un verdadero equipo científico, con cientos de expertos, para ponerse a desarrollar el proyecto de la terapia del virus. Si no hubiera un plantel suficiente de expertos, habría que importarlos de donde fuera. Antes de eso, convendría que el público conociera bien quiénes son los misteriosos expertos que asesoran a las autoridades sanitarias sobre la pandemia. Su éxito ha sido harto discutible. Para empezar, se necesita saber qué méritos científicos acompañan al experto más vocal, Fernando Simón. ¿Realmente es doctor, con su correspondiente tesis doctoral? ¿Cuál fue el objeto de esa investigación? ¿Cuál es la lista de otros trabajos científicos que ha publicado el doctor Simón sobre virología o materias afines? No sé por qué hay que ocultar tales datos. El oscurantismo lo tenemos también en la identificación de la empresa importadora de unas pruebas de diagnóstico averiadas de China. ¿Qué expertos intervinieron en esa operación?
Comprendo que ahora los científicos se pueden comunicar continuamente de forma telemática con el resto de sus colegas del mundo. Pero no estaría de más que este grupo que propongo enviara a algunos de sus miembros a China para enterarse bien del modo en que se ha desarrollado el dichoso virus. Habrá que irse acostumbrando al hecho de la hegemonía de China en muchas materias industriales y científicas.
Cabe la posibilidad de que las autoridades de China se negaran a que los científicos españoles, u otros occidentales, fueran allí a remeger en sus laboratorios. No se olvide que China es un país que gime bajo un régimen totalitario, por muy avanzado que sea en el orden industrial. En cuyo caso los países occidentales deberían pedir a la ONU las sanciones pertinentes contra el Gobierno chino, en el supuesto de ocultación de datos relevantes para la humanidad. Ya sé que la protesta no serviría de nada; razón de más para sospechar que China oculta algo al respecto que a todos nos interesa. De momento recordemos que China es uno de los pocos países que mantiene el poder de veto en las Naciones Unidas. Es una extraña supervivencia de la II Guerra Mundial.
La actual pandemia no parece tan mortífera como otras; por ejemplo, como la gripe de hace un siglo. Pero es muy alta la velocidad de contagio. Lo cual lleva a la situación que ahora ha comenzado de virtual congelación de los intercambios económicos en todo el mundo. Esa brusca detención, de prolongarse, provocará más muertes por hambre y miseria que las que se han debido directamente a la pandemia del virus chino. Se comprenderá ahora la especial preocupación de los españoles. Nada menos que en nuestro país se han alcanzado las tasas más altas del mundo (en términos por millón de habitantes) por lo que respecta a la mortalidad debida al virus chino. Parece razón suficiente para que en el Congreso de los Diputados se promoviera un voto de censura al actual Gobierno. Se impone un Gobierno de salvación de carácter técnico y provisional que ejerza una acción algo más eficiente de la que hemos visto. Y eso que todavía no se alcanza a comprender bien los terribles efectos devastadores que van a caer sobre la economía.
En tanto llega la solución científica, ¿qué hacer respecto a la pandemia? La política de confinamiento domiciliario del grueso de la población no ha funcionado, no puede funcionar. Es algo así como acarrear agua en cestos de mimbre. Aunque al final pudiera derrotarse así al virus, sobre todo por agotamiento, nadie puede asegurar que no vaya a surgir un rebrote de la pandemia en otoño.