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La trampa del federalismo

El federalismo supondría perpetuar los males del Estado de las Autonomías sin mezcla de bien alguno.

El federalismo supondría perpetuar los males del Estado de las Autonomías sin mezcla de bien alguno.
El líder del PSOE, Pedro Sánchez | EFE

A los socialistas obreros y españoles les gusta ahora repetir la sandez (o la sanchez) de "España es una nación de naciones". Repite sobre todo la cantinela quien aspira a ser presidente del Gobierno de España o de las Españas. Ya es contradicción. No conozco ningún país actual que sea una nación de naciones, salvo que se utilice el término de forma metafórica. Podrían acercarse a tal definición el antiguo Imperio Austrohúngaro o la fenecida Unión Soviética. Claro que así acabaron esas dos construcciones políticas.

En todo caso, la patochada de "España es una nación de naciones" se explicaría mejor en boca de un independentista catalán, vasco, gallego o lo que fuera. Pero en un socialista obrero y español suena a necedad. Quizá sea solo una consecuencia de la ignorancia.

El eslogan que digo esconde una verdadera propuesta: el Estado federal. A estas alturas nadie sabe qué pueda significar, máxime si se precisa que se trata de un federalismo asimétrico. Es tanto como decir un toro sin cuernos o un barco con ruedas. En el fondo se quiere señalar y se disimula que el tal federalismo significaría que Cataluña y el País Vasco tendrían más competencias que el resto de los Estados asociados. Es decir, más o menos como ahora. Para ese viaje no necesitamos alforjas. Es más, el federalismo supondría perpetuar los males del Estado de las Autonomías sin mezcla de bien alguno. Seguramente se trataría de un experimento político muy caro, bien que adaptado a la necesidad de que destacaran algunas mediocridades.

Seré comprensivo, vaya. La propuesta socialista se muestra sobremanera ingenua. Pretende lograr así la alianza de los nacionalistas, pero se trataría de una coyunda en la que iban a salir ganando los secesionistas. No hay más que ver el disminuido aprecio que merece actualmente el PSOE en las regiones donde mandan los nacionalistas. Irónicamente se las llama "nacionalidades históricas".

No estaría mal que los españoles nos dejáramos de historias y nos hiciéramos cargo de la historia común. Por cierto, el mayor crimen cultural que se ha perpetrado en la España de la última generación ha sido el de tergiversar la enseñanza de la Historia en las escuelas de las regiones bilingües. Algunos de los mozalbetes que hace unos decenios fueron objeto de esa manipulación son hoy consejeros o equivalentes en las regiones tocadas de nacionalismo. Asisten con deleite a la recuperación del disparate de "España como nación de naciones", que introdujeron los catalanes en la comisión redactora de la Constitución de 1978. Es decir, que ni siquiera le asiste a Pedro Sánchez el mérito de la originalidad.

Lo de "nación de naciones" es algo tan estúpido como lo de "federal" o "progresista" cuando se asocian con el PSOE. Son un intento de rellenar el vacío que han dejado las viejas reivindicaciones revolucionarias. Es una función que también cubren las aspiraciones feministas o ecologistas. En definitiva, pertrechados con tales talismanes léxicos, lo que los socialistas pretenden es mandar a toda costa, o mejor, echar del Gobierno al PP. Esa es la verdadera misión salvífica de Pedro Sánchez, casi una obsesión patológica. No es cierto del todo que su mujer ya había encargado las cortinas en El Corte Inglés para redecorar el palacete de la Moncloa. Pero algo de eso hay.

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