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Amando de Miguel

La terrible ambivalencia entre el PP y UP

La bonhomía de Rajoy no podría resistir embates como los que se espera de los populistas totalitarios.

La bonhomía de Rajoy no podría resistir embates como los que se espera de los populistas totalitarios.
Pablo Iglesias y Mariano Rajoy | Dani Gago

El espectáculo de la política en España exige de vez en cuando una mirada un poco imaginativa. Por lo menos hay que dirigirla más allá de los incidentes diarios. El elemento nuevo es la irrupción en la escena de los nuevos totalitarios con piel de cordero: la conjunción de los antiguos comunistas con los populistas. Los totalitarios se juntan. El equivalente del histórico Frente Popular de cuando la República es ahora la extraña amalgama de Unidos Podemos. Pero miremos hacia el futuro posible, recurriendo a los verbos en condicional.

Una posibilidad para el difícil gobierno de España sería que gobernara el PP, auxiliado por C's, y la oposición estuviera constituida por UP (Unidos Podemos), con la colaboración del PSOE. Siempre sería un buen acicate para los populares, que así tendrían que bregar contra gente aguerrida y disparatada. La política volvería a tener un gran interés, casi tanto como el fútbol. Quizá se vería entonces que al frente del PP debería figurar un epónimo más luchador, más estratega, desprendido de la tela de araña de las corrupciones. La bonhomía de Rajoy no podría resistir embates como los que se espera de los populistas totalitarios. Naturalmente, se habría acabado el turnismo blando entre el PP y el PSOE, el que ha definido la Transición. Sería otro régimen, un tanto estrafalario, sin equivalentes en otros países europeos. Nosotros, los españoles, siempre tan originales.

Claro que también podría ser que gobernara UP con el abigarrado apoyo de socialistas y nacionalistas de toda laya. En ese caso el PP pasaría a ser la oposición más nutrida. Ahora sí que la política superaría en pasión a los apasionados duelos futbolísticos. Se ampliarían a la escala nacional los últimos experimentos municipales y ralos de Madrid, Barcelona, Cádiz, etc. Pareceríamos un país hispanoamericano más que europeo. La única esperanza, para los que tememos tal destino sería que la Unión Europea impusiera su veto a una extravagancia tan sonada. No sé cómo lo haría, pero no se quedaría quieta. No es por amor a España sino por razones prácticas. El PIB español es demasiado abultado como para permitir experimentos totalitarios. No digamos si además implicara una salida como la de la trituración de Yugoslavia en su día.

Se podría pensar que las dos hipótesis que anticipo en esta ensoñación parecen muy improbables. De momento, lo que sucede es que el PP menosprecia a C’s (y a la inversa), mientras que el PSOE se ve sobrepasado por el empuje cardiosaludable de UP. Si esos dos movimientos siguieran adelante, no sería nada raro que los dos principales partidos fueran PP y UP. Estaríamos ante un nuevo bipartidismo. La contraposición entre las dos fuerzas no puede ser más terminante. Parece imposible que ambas se coaliguen, pues tendrán que enfrentarse en el Congreso, cada una con una hueste de más de un centenar de diputados. Se distinguirán por el atuendo, el tocado, el lenguaje. Por eso digo que harán la política algo muy atractivo; tanto que prefiguran el disparate o el desastre. Seguimos siendo una rareza en el continente. Por algo fuimos en su día "el fin de la Tierra".

Frente a la libérrima especulación anterior, cabe algo más prosaico: simplemente, que no se entiendan ninguna de las cuatro fuerzas más numerosas. En tal caso se produciría lo que todos temen: nuevas elecciones. No sé qué es peor. Ante una eventualidad tan ridícula, quizá no cabría más que la dimisión de los cuatro caudillos en liza. Acaso sus escuderos respectivos podrían llegar a acuerdos razonables. Por imaginar que no quede.

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