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Amando de Miguel

La tentación del golpe de Estado

Podemos no ha firmado el pacto antiterrorista. Y encima quieren manejar el Ministerio de Defensa y la casa de los espías. Ni como broma puede pasar.

No digo que vaya a suceder. Por fortuna ya no tenemos centuriones con ínfulas de mando político; solo alguno que va a su aire y se enrola con Podemos. La cosa es más borrosa y profunda. Tengo buenos amigos de casi todas las ideologías, aunque predominen los liberales. Últimamente, algunos de ellos, tanto de derechas como de izquierdas, me repiten el estribillo de que "en España se necesita una mano dura, un golpe de Estado, aunque no militar". Yo siempre les contesto que sería peor el remedio que la enfermedad. Pero me replica uno: "En las heridas, a falta de antibióticos, bueno es el barro".

A diferencia de lo que ocurría en ocasiones pasadas (por ejemplo, en los años 30 del pasado siglo), en la España actual apenas tenemos violencia culpable sobre las personas. Pero sí hay desorden, medido con otros indicadores. Uno que irrita mucho es el de los robos continuos que quedan impunes. Una banda de okupas, de gitanos o de extranjeros puede alojarse en tu apartamento de la playa, cambia la cerradura y tú ya no puedes ni entrar. Y no se te ocurra denunciar el asalto, pues se te cae el pelo. El hecho mismo de la denuncia te puede suponer el sambenito de fascista. Se produce lo que los abogados llaman un "desplazamiento patrimonial por la fuerza". Es una violencia descarada contra las cosas.

La mejor definición del Estado es que constituye el monopolio de la violencia; por tanto, legítima. Pues bien, por ese lado se puede presumir que en la España de hoy parece que el Estado se evapora. La prueba es la profusión de empresas privadas de seguridad, un ramo de actividad cada vez más rentable. Significa una vuelta a la Edad Media en lo peor que tiene esa época.

La sensación de inseguridad que digo se agrava al otear por dónde es más probable que discurra un eventual nuevo Gobierno. Automáticamente se dispararán los resortes secesionistas en varias regiones, aparte de Cataluña y el País Vasco, donde ya ha empezado el baile. El primer efecto que nos espera es un paso más en la tuerca de los impuestos. No se crea que con ello van a ser más expeditivas las fuerzas y cuerpos de seguridad, como suele decirse. Su eficacia está probada, pero los mandos políticos dejarán impunes muchos más delitos. Volveremos a una situación parecida a la del Frente Popular de 1936, salvando todas las distancias. Por cierto, sigue aumentando la presión política para hacer creer al personal que la guerra civil la ganaron los rojos. A sí mismos se llamaron así. Claro es que la perdieron, pero la ganan simbólicamente 80 años después. A esa cínica pirueta la llaman "memoria histórica". He aquí una nueva actividad empresarial muy rentable: la especializada en cambiar las placas con los nombres de las calles y desmontar monumentos.

La gran paradoja es que esta vez se presenta inminente el golpe de Estado cuando los españoles, mal que bien, empezamos a salir de la crisis económica más grave de nuestra Historia. Pero la crisis política es peor. Hay que imaginar lo que podría ser un Gobierno con elementos de Podemos, quienes reciben dinero de regímenes que apoyan a grupos terroristas. Puede ser una simple sospecha, pero es un hecho que Podemos no ha firmado el pacto antiterrorista. Y encima quieren manejar el Ministerio de Defensa y la casa de los espías. Ni como broma puede pasar.

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