Estamos perdidos con la letanía ("mantra" dicen ahora) de que "el PP no comunica bien lo que hace". Dicho y hecho. De repente, todos los altos cargos del Gobierno se han convertido en portavoces. Se pasan el día de plató en plató y de estudio en estudio cumpliendo las tareas pedagógicas encomendadas. Lo malo es que ya sabe lo que van a decir. Repiten la cartilla sin desviarse un palmo. Mejor estarían trabajando en sus despachos, leyendo o redactando informes, planes de acción. Nos daríamos perfecta cuenta de lo bien que hacen su trabajo, de cómo cumplen su programa electoral. Los contribuyentes no somos tan tontos. Lo siento por los pobres periodistas, que tienen que disfrazar de agudas entrevistas lo que realmente es una lista de "declaraciones" de algún mandamás.
No deben obsesionarse nuestros gobernantes. Se explican muy bien. No hace falta que se repitan tanto. El arte suasoria pasa por el comedimiento, la austeridad. Solo un consejo: no se crean (y no nos lo hagan creer) que el número de nuevos puestos de trabajo depende de las decisiones del Gobierno. Esa cantidad es consecuencia de que la sociedad se va organizando mejor. En todo caso, agradeceríamos los contribuyentes que el Gobierno redujera el número de empleados semiociosos en multitud de empresas públicas, consorcios, consejos, observatorios y demás. No sé, cunde la impresión de que, efectivamente, aumenta el empleo para la generalidad de la economía, pero no disminuye lo que debiera en los aledaños del poder. Son los famosos asesores. ¿Es que no hay suficientes técnicos entre los altos funcionarios por oposición para que asesoren todo lo que haya que asesorar?
El mejor modo de convencer al personal es que, por favor, no lean sus discursos, ni en las Cortes ni en los cortijos. Mejoran mucho los hombres públicos en las conversaciones con los periodistas, cuando no les es dado leer. Sigan por ahí. Otrosí, no nos carguen con un exceso de estadísticas. En todo caso redondeen los datos al entero más cercano. Los decimales confunden. Lo mejor es interpretar algunas cifras.
De vez en cuando queda muy bien pedir perdón. Ya sé que los altivos españoles no practicamos mucho tal gesto, pero por eso mismo se agradece cuando otros lo manifiestan. Supongo que hay modos muy diferentes de administrar los dineros públicos. Es fácil que la decisión elegida no sea la más eficiente. No digamos si se entra en el capítulo de la corrupción. No esperen a que haya una sentencia judicial. No todos somos iguales. El político es un poco desigual, porque debe dar ejemplo, no solo cumplir las leyes.
No entren en la falsa polémica de los sueldos de los altos cargos. Ya sabemos que hay tanta competencia por llegar a mandar que los sueldos son el menor estímulo. Hay que computar también los ingresos en especie y sobre todo las oportunidades de hacer un capitalito a través de las conexiones personales.
Una última recomendación: aprendan a conducir, y, si ya lo saben hacer, ejerciten tan noble actividad. Vayan a todas partes en su coche particular, y el oficial lo dejan para las necesidades de la oficina correspondiente. Es muy sano que los gobernantes reciban alguna vez multas por aparcamiento indebido. En definitiva, sean como nosotros, los paganos. Tampoco es pedir mucho.