Es claro que el inglés es el latín de nuestra época. Durante mucho tiempo la introducción de latinajos en la retórica oficial o profesional proporcionada un alto prestigio. Hoy el latín ya no se estila. En su lugar brilla la importación del inglés en la retórica oficial. Mi experiencia me dice que el recurso a palabras anglicanas lo emplean sobre todo las personas empingorotadas que no saben inglés. Jesús Lainz me envía un recorte del Diario Montañés en el que se contiene una declaración del Gobierno regional. No tengo espacio más que para seleccionar algunas frases: "La receta para superar la recesión económica e instaurar un nuevo modelo productivo es convertir a Cantabria en una smart region... Hemos tenido ya una primera experiencia en el desarrollo de Santander como una smart city junto con partners de grandes compañías... En los servicios ciudadanos partimos de la noción de Big Data... Se podría poner en valor el aeródromo de La Lora... (En la energía se deposita la confianza en) las smart grids". Añado que me parece un abuso la aplicación del adjetivo "smart" a los objetos inanimados. Parece poco hablar de máquinas o procesos "inteligentes", lo que es ya una atrevida metáfora. Ahora son "smart", que en su origen significa "agudo". No sé lo que diría Pereda si levantara la cabeza. Lo de Big Data, así, con mayúsculas, le dejaría igualmente turulato.
Juan Carlos Agenjo defiende el argumento de que el verbo coloquial "flipar" proviene del obispo Flipando, del siglo VIII. No lo creo. Es otra palabra corriente que procede del inglés. Originalmente significaba algo así como decir cosas impertinentes. De ahí pasó a la jerga de los drogadictos para indicar el efecto desquiciante que proporcionaban las drogas y eventualmente la alucinación y la locura. De ese modo se introdujo en el habla cotidiana de los jóvenes para señalar que algo es asombroso o inesperado. Se suele conjugar en presente de indicativo: "Yo flipo". También se dice, con el mismo sentido, "yo alucino". El abuso del pronombre "yo", necesario en inglés, es otro rasgo que se ha introducido en el español actual. El presidente Rajoy lo deja caer a todas horas. Es muy posible que sea un reflejo de su preocupación por hablar inglés. También es una desgracia que en España no hayamos tenido nunca un presidente del Gobierno que supiera inglés. Puede que la excepción fuera Leopoldo Calvo Sotelo, pero al hombre no le dio tiempo de demostrarlo en su breve estadía en el poder. Por cierto, está muy bien que en Madrid haya tantas escuelas bilingües, inglés y español. Pero son raros los letreros o avisos públicos en los dos idiomas, incluidos los que se refieren a peligros o emergencias. Curiosamente, en los Estados Unidos hay más letreros en español que los que puede haber en inglés en España. Y eso que somos la primera potencia turística del mundo; en términos per cápita, claro.
Reitero: el viernes 8 de junio, de 6 a 8 de la tarde, estaré firmando mis últimos libros en la Feria del Libro de Madrid (Parque del Retiro). Caseta de VIPS.