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Amando de Miguel

La elegancia en el decir

Juan J. Carballal insiste en que la elegancia del lenguaje es tanto o más necesaria que la corrección gramatical. Estoy muy de acuerdo. La elegancia es el verdadero criterio para juzgar muchas conductas, incluidas las que afectan al habla.

Juan J. Carballal insiste en que la elegancia del lenguaje es tanto o más necesaria que la corrección gramatical. Estoy muy de acuerdo. La elegancia es el verdadero criterio para juzgar muchas conductas (fuera de las delincuentes), incluidas las que afectan al habla. "Elegancia" viene de "elígere" (= elegir pero elegir bien). Se elige la combinación de prendas para vestir, los lugares de esparcimiento, el lenguaje. La elegancia puede ser natural, pero se aprende y se cultiva. En esta seccioncilla nos ocupamos más de la elegancia de las palabras que de la gramática.

David García González me dice que por qué empleo la voz "insoluble" (para un problema de difícil solución) cuando es más claro "irresoluble". Comprendo que las dos son prácticamente intercambiables y que "insoluble" significa también otra cosa, la propiedad física de no disolverse fácilmente en un líquido. Pero esa misma ambivalencia resulta atractiva. "Insoluble" me parece más elegante, más corta, más nítida. Pero también puedo apelar a "irresoluble", que me parece algo más fuerte.

Juan Carlos Villaro Gumpert considera que los que dicen "minuto uno" es porque parten de la idea de que no hay un año cero. No deja de ser un modo afectado de hablar. Se puede decir más sencillamente "al principio" o "en el primer momento" y otras muchas variantes más sencillas. Más complicado es decir "desde el minuto cero", pero también se oye. Da una apariencia de exactitud, de precisión. Es la misma ilusión por la que podemos llevar un reloj que mida fracciones de segundo o se pueda sumergir a 200 metros por debajo del nivel del mar. Todo eso da prestigio y ostentación.

Javier de Arvizu anota que ya no se dice simplemente "votar" sino "ejercer el derecho del voto". A Don Javier le parece una "solemne cursilería". Es muy común. Forma parte de una tendencia general a alargar las palabras y las locuciones para dar una impresión educada. Lo hacen los políticos y el resto de los hombres públicos. En este rincón hemos comentado mucho ese artificio. Ahora se ha puesto de moda una rara virtud de los políticos, cual es la de "manejar los tiempos". Supongo que es algo así como tener un cierto sentido de la oportunidad.

José Antonio Martínez Pons observa que no solo la cultura se reduce a las artes escénicas sino que excluye también la ciencia. Concretamente, "a los científicos se les exige una cierta cultura literaria, pero la mayoría de gente de letras no tiene reparo en manifestar su incultura científica". Estoy de acuerdo con ese injusto contraste, pero hay que explicarlo. Hasta hace unos pocos siglos era fácil que una persona culta dominara los saberes literarios y científicos de su tiempo. Pero la revolución científica moderna hizo que la ciencia se formalizara cada vez más hasta el extremo de resultar arcana a muchas personas instruidas. En cambio, las "letras" las puede dominar cualquier persona que haya pasado por el bachillerato, por lo menos para su empleo en las conversaciones corrientes. Aun así, entiendo que el sistema de enseñanza actual separa en demasía la formación científica y la literaria. En los estudiantes de Sociología me he encontrado algunas veces que no saben cómo se calcula un porcentaje, una regla de tres. En Libertad Digital hay admirables artículos de asuntos científicos que no requieren una formación especializada. En esta seccioncilla no solo envían sus comentarios algunos filólogos de prestigio sino personas con una sólida formación técnica. Está bien que todos nos interesemos por el lenguaje.

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