Uno de los efectos de la famosa crisis es que la Economía es algo más que una ciencia (bastante inexacta, por cierto). Se ha convertido en una preocupación primordial de casi todas las personas mínimamente cultas, las que acarician de cutio el teclado del ordenador. Esa ampliación del interés tendría que haber facilitado la comprensión del lenguaje económico, antes reservado a una hueste reducidísima de profesionales. Nada de eso. Todo el mundo (es un decir) habla de cuestiones económicas y maneja términos abstrusos que nadie explica. La prima de riesgo no es más que el múltiplo del riesgo de una deuda cuando se considera como base 100 el riesgo de la deuda alemana. Podría haberse encontrado un término fácil de comprender, pero decimos "prima de riesgo" sin más. No se entiende bien por qué, si es una "prima", cuanto más sube, peor. Encima la medida de ese múltiplo se designa como "puntos básicos". ¿Es que hay otros que no son básicos?
Pedro M. Araúz, médico, opina: "De economía sé lo justo, o sea, nada. En esto me parezco a algunos economistas. Pero como dicen por estos secarrales manchegos, ´no me gusta cómo caga el niño´". Creo que es una buena expresión de la idea que los legos tenemos de la economía nacional bruta, si se puede decir así. Los indicadores de la enfermedad económica pueden ser mucho más sencillos que los "parámetros" que manejan con soltura los expertos.
José María Navia-Osorio (felizmente retornado a su trabajo hospitalario) recuerda lo que significaba la condición de becario para los estudiantes universitarios de sus tiempos mozos. Entonces "un suspenso era una tragedia porque significaba la pérdida de la beca". Lo que no comprende es la idea (de antes y sobre todo de ahora) por la que la beca se concede más por la renta de los padres que por el esfuerzo del estudiante. Le doy la razón en esas apreciaciones. Sostiene que, aunque las becas Erasmus no supongan un aumento apreciable del conocimiento, por lo menos los chicos salen fuera de casa y aprenden un idioma. Me parece poco avance para tan alto coste como representan las becas Erasmus. Creo que ya conté aquí el desconcierto que me ha producido un hecho repetido. Casi ninguno de los estudiantes Erasmus que han pasado por mis clases habían leído a Erasmo de Rotterdam. Muchos ni siquiera sabían quién era ese individuo. Es como si yo no hubiera sabido en su día quién era el munificente senador Fulbright.
Alfonso Blanco Rivas difunde la información de un funcionario que trabaja en una Oficina de Empleo (oficial). La conclusión es que los inmigrantes, sobre todo marroquíes, tienen más probabilidades de recibir todo tipo de ayudas y subsidios que los españoles autóctonos. "Un marroquí, con solo trabajar seis meses en España, ya puede traer a toda su familia y vivir de por vida de las ayudas públicas". Ese mismo marroquí puede falsificar tranquilamente sus datos matrimoniales, familiares o de propiedad, porque nadie le va a verificar nada. Estremece una información como esa. Se explica por qué las cifras de paro en España son tan rígidas respecto a todas las medidas que se han tomado para hacer que disminuyan. Comprendo que algunas veces los observadores extranjeros nos comparen con los griegos actuales, duchos en estadísticas falsas y en corruptelas de todo tipo. Aquí hablamos mucho del politiqués, hasta el punto de que esa voz va a entrar en los diccionarios. Habría que añadir el dialecto "economiqués", todavía más enrevesado. Tengo que reconocer que esa jerga me fascina.